Crónica | Un canario sin alas

(Imagen: Carlos Tapia)
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Morelia, Mich. | Acueducto Noticias/Cayetano Mac.- Desde las afueras del Coloso del Quinceo parecía verse un panorama alejado al lúgubre momento que ha vivido el Atlético Morelia, pues el movimiento en las faldas del Morelos dejaba ver una afición que hasta en las peores, estaba dispuesta ver en vivo hundirse o levantarse a aquel equipo de sus amores.

precios de remate, boletos que se anunciaban desde los 50 pesos, vendedores fuera del estadio los ofrecían a solo 10, las playeras de maquila alternativa a mitad de precio, solamente faltaba que los alimentos también, pero esos no los quisieron ceder.

¿El rival? Cancún FC, el campeón del torneo, aquel que se escapó cuando la mala racha desinfló esa imagen del Canario Galáctico que la prensa y la afición creció.

Las tribunas conforme se daba el pitazo inicial comenzaban a a cubrirse de personas, dejando atrás el mosaico rojiamarillo de los asientos.

Una entrada durísima y tarjeta amarilla para los del paraíso de la Península; llegadas y llegadas de ambas escuadras, pero sin hacerse daño en los tres palos, aunque sí de mucho peligro.

Desde la tribuna se observaba al Gringo, quien no ha remojado en esta nueva aventura, con una voz de mando, dispuesto a empujar al Atlético Morelia para sacar los tres puntos.

A este punto, cerca del primer cuarto del juego, y con nulas esperanzas de liguilla o repechaje, el Morelia no podía jugar el partido por diversión, por trámite, se jugaban tres puntos que pondrían a Cancún como puntero y contendiente al bicampeonato, tres puntos que sacarían por un momento del sotanero a los ates.

El Morelia se aferraba a imponerse en el marcador, y de igual manera los nervios y fantasmas se aparecían en el estadio.

Cerró el primer tiempo…

Si el futbol se ganara por la porra de la tribuna, Atlético Morelia se hubiera impuesto al rival desde el minuto 1, pero la realidad los alcanzo y en un descuido Johan Alonzo tras el descanso complicó el partido del Canario, apaciguando la tribuna que continuaba con cantos, pero no tan constantes.

Insistentes, trataban de recomponer sus errores, pero caían en otros más.

Comenzaba en las gradas el grito por la cabeza de jugadores que no cumplían con las expectativas a las que los tenían acostumbrados. Eso sí, las palabras de aliento no cesaban, una relación de amor y odio a la que como aficionados se hizo costumbre.

Los destellos no bastaban cuando los minutos comenzaban a escasear, Morelia intentaba e intentaba, pero solamente, como si de una brujería se tratara, no se le alineaba la ventaja.

De menos a más iba el Morelia, sin embargo, el pitazo final perpetuaba al equipo a seguir en el averno.