De repente una inesperada noticia, la muerte del compañero fotógrafo Raúl de esta casa editorial: Raúl López Mendoza, quien siempre se distinguía por el ir y venir en todos los quehaceres periodísticos, iba y venía, a veces con desesperación, a veces con una calma desesperante.
Siempre estaba al pie de la letra, siempre dispuesto a cumplir con las tareas del día, siempre en el lugar de los hechos, salvo excepcionales ocasiones; era un fotógrafo casi de las 24 horas del día, pero su búsqueda, en cada mañana, era la misma de toda su vida, buscar la imagen de la portada.
Él, Raúl, siempre buscó estar entre los mejores de su entorno laboral y ahí estaba en una gran mayoría de las oportunidades posibles. Era nostálgico, no escasas veces introvertido, era noble, sabía ser compañero y eludía los conflictos a la vista.