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Morelia/Redacción

En la historia de nuestro país figura el cinco de mayo como una victoria mexicana, pues fue ese día del año 1862 cuando el Ejército Mexicano derrotó a las poderosas fuerzas del Ejército francés.

Los antecedentes de la batalla se remontan hasta 1861, cuando un México tambaleante recibió un ultimátum por parte de Francia, Inglaterra y España, a quienes debían 2, 69 y 9 millones de pesos, respectivamente. El país mexicano, apenas resistiendo la postración económica y bajo el gobierno de Benito Juárez, respondió con un exhorto a un arreglo amistoso, organizando una conferencia que tendría sede en la Hacienda de la Soledad, cerca del puerto de Veracruz.

Sin embargo, y ante la posibilidad de una verdadera invasión militar, Juárez ordenó la fortificación de Puebla para evitar el paso hacia la Ciudad de México, punto de llegada de los invasores, además de la creación del Ejército de Oriente, la cual estaría bajo el mando del general José López Uraga, quien más tarde sería reemplazado por Ignacio Zaragoza.

Los representantes de los tres países europeos acudieron a dicha reunión el 19 de febrero de 1862, donde, con los ministros de Exterior, Manuel Doblado, y de Guerra, Ignacio Zaragoza, firmaron los Tratados Preliminares de la Soledad, en los cuales la llamada alianza tripartita garantizó el respeto a la independencia de México, además de realizar acuerdos para el pago de la deuda.

Rompiendo este acuerdo y con el pago de la deuda aún en negociación, llegaron el 5 de marzo fuerzas francesas a México; por entonces, el general mexicano conservador Juan Nepomuceno Almonte, comenzó a buscar tropas para defender al país de la invasión extranjera.

Esto trajo como consecuencia la separación de la alianza tripartita, pues España e Inglaterra vieron en Francia la intención de derrocar el gobierno mexicano para instaurar una monarquía en favor a su política colonial y como golpe al poder creciente de Estados Unidos. Las intenciones de Francia era ampliar sus dominios para de garantizar el abasto de materias primas en el país europeo.

Los gobiernos de España e Inglaterra aceptaron los nuevos acuerdos con Juárez para el pago de la deuda de forma separada, retirando así sus tropas del país; sin embargo, la postura de Francia fue tajante y exigieron el pago total de la deuda, el control total de las aduanas y la intervención directa en la política económica de México.

Con el firme propósito de conquistar la Ciudad de México, a finales del mes de abril el ejército francés se puso en marcha, con 50 años sin haber sido derrotados y con la perspectiva de gobernar un país frágil, con medio siglo de guerras civiles, una economía debilitada y una población dividida, la “supremacía” francesa envió a la monarquía francesa un mensaje, antes de siquiera comenzarla lucha: “Somos tan superiores a los mexicanos en organización, disciplina, raza, moral y refinamiento de sensibilidades, que le ruego anunciarle a Su Majestad Imperial, Napoleón III, que a partir de este momento y al mando de nuestros 6,000 valientes soldados, ya soy dueño de México”.

El Ejército de Oriente salió de Puebla con 4000 mexicanos al pie de lucha, luego creció con 2000 soldados enviados por el general Alejandro Constante Jiménez. Ante la falta de voluntarios y la precaria situación económica de México y la lamentable explosión de un polvorín en Oaxaca, donde murieron 1,322 soldados enviados al Ejército de Oriente, la lucha se veía pérdida.

Entonces, el Ejército Mexicano, liderado por Ignacio Zaragoza, nacido en Texas cuando éste aún pertenecía a la República Mexicana, mientras que el francés avanzaba a su Segunda Intervención en México bajo las órdenes del conde de Lorencez, Charles Ferdinand Latrille, tuvieron el primer enfrentamiento en las Cumbres de Acultzingo, donde la prioridad de Zaragoza era causar la mayor cantidad de bajas en el enemigo. El resultado fue de 500 soldados franceses caídos y 50 mexicanos.

A este enfrentamiento le siguieron días de tensión, finalmente, a las 9:15 am del cinco de mayo, los franceses aparecieron. Dos horas después, daba inicio la batalla, anunciada con el cañonazo desde el Fuerte de Guadalupe y resonando en las calles las campanas de los templos.

A las dos de la tarde, la victoria se mostraba a los mexicanos. El conde de Lorencez dio entonces su último golpe, dirigiendo sus tropas hacia la derecha mexicana. Los Zapadores de San Luis Potosí salieron al ataque y, librando una terrible lucha con bayonetas. Dos horas después, la lluvia acaeció, dificultando el avance de los franceses; sin embargo y con sorprendente rapidez, los franceses intentaron apoderarse del cañón que causaba los mayores estragos a su ejército, siendo repelidos y perseguidos por el Batallón Reforma.

Cuando las tropas francesas se acercaron al Fuerte de Guadalupe, Porfirio Díaz, participante de la lucha, acudió al auxilio de los ejércitos que resguardaban el Fuerte y, con las tropas de Oaxaca, el batallón Morelos y los Rifleros de San Luis Potosí, se desató una batalla cuerpo a cuerpo que dio como resultado la huida de los franceses, primero hasta la Haciendo Los Álamos y finalmente hasta Amozoc.

En México, el único estado que celebra con desfiles y reconstrucciones de la batalla es Puebla, sede de la histórica lucha.

En México y Estados Unidos, la celebración se apodera de los mexicano-estadounidenses que vivieron dos hitos históricos entre las naciones, la primera por la victoria y la segunda por la guerra civil estadounidense desatada en la década de 1860. Los sitios con mayor festejo son Chicago, Denver, Portland y St. Paul, Minnesota.