IEM, el aire de socialité

Imagen: Especial
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Morelia/Erick Alba

Aunque es rutinario el exceso de vehículos apilados en las aceras en cada reunión del Consejo del Instituto Electoral de Michoacán (IEM), el congestionamiento de este martes luce distinto:

Los automóviles lujosos son en mayor número y contravienen las reglas de tránsito en lo que respecta a estacionarse; y los asistentes de los representantes de cada partido político juegan con sus teléfonos celulares en actitud de espera en el interior de las unidades.

Y, así forman el enmarcado de la estampa que dibujan los responsables de la próxima elección de autoridades civiles en Michoacán al caminar por la estrecha callejuela, eso sí, impecablemente ataviados de telas y sonrisas.

La antesala a la reunión, poco antes del mediodía, es una manantial de abrazos y chascarrillos que pronto contrastarán con los gestos adustos propios de una sesión de trabajo institucional.

Los apretones de mano y besos entre consejer@s, contralor, presidente y asistentes se reparten con la misma facilidad con que por estos días discurre la propaganda electoral.

Los trabajadores de los medios informativos, evidentemente más acostumbrados a asistir a estas reuniones como parte de su rutina laboral que como convivio mañanero, se arrellanan hasta donde permite la escasa sillería dispuesta para ellos.

Los reporteros charlan en voz baja, sin advertir que de esa manera marcan una sutil pero también visible línea divisoria entre lo sistémico de la labor informativa y el aire de socialité que gozan aún los encargados de garantizar el proceso electoral michoacano de este año, antes de que sus propias cordialidades se difuminen poco a poco bajo el peso de sus respectivas trincheras partidistas.

El pase de lista suena a letanía rutinaria y los consejeros asumen el sonsonete como una orden militar que les empuja a clavar la mirada en un algún punto perdido sobre la mesa.

Así inicia la declamación monótona del orden del día, la “lectura del contenido del acta de sesión del Consejo General del Instituto Electoral de Michoacán (sin siglas), de fecha…”; del “proyecto de acuerdo por el que se aprueba…”; del “Informe de actividades que presenta la Comisión de…”; de otros proyectos y otros informes que llenan 17 puntos a desahogar durante la sesión ordinaria.

La sesión no luce para nada atractiva, ni para consejeros ni para reporteros, pero que es preciso presenciar y documentar ante la proximidad del ajetreo proselitista que se desata, oficialmente, el próximo domingo.

Justo en el momento en que se debate la aprobación para la renovación del Consejo de Administración de Santa Cruz Tanaco, municipio de Cherán, “bajo sus normas, procedimientos y prácticas tradicionales” (lo que en sí suena a un triunfo todavía reciente de la cultura indígena michoacana sobre la hegemonía de un sistema político occidentalizado y bastante imperfecto en México), los camarógrafos descubren que los micrófonos conectados a sus respectivas cámaras y apiñonados frente a un pequeño altoparlante, simplemente no reciben sonido alguno.

Si, a alguien se le olvidó conectar la bocina a la red general de audio, lo que entorpece el registro de la noticia y desata a su vez una pequeña conmoción entre las filas de los informadores; aunque la silenciosa algarada provee de algo de movimiento a la imagen inmóvil del órgano gubernamental más vigilado que existe en Michoacán en este momento.

Así transcurre la reunión tersa y ya consensuada entre consejeros electorales, a pocos días de iniciar la petición masiva de confianzas y el torbellino de promesas de cambios y esperanzas nuevas, con un ambiente de sistematización completa flotando uno de los procesos civiles menos predecibles de las últimas décadas en la entidad.

Entre debates que no van más allá del tecnicismo que representa una palabra cuando la enviada del Partido del Trabajo pide que se cambié “integrará” por “integró” en alguna de las actas.

Sin embargo, esa aparente sistematización no es otra cosa, en realidad, que una de las formas que toma la incertidumbre cuando se trata no sólo de tomar una decisión que involucra miles de opiniones emitidas a través de votos, sino que además debe ser una decisión garantizada en su aplicación por los propios hombres y mujeres que forman este selecto grupo que trata de infundir, con toda la parsimonia posible, la confianza grupal en la muy vapuleada democracia michoacana.