Crónica | Los poemas que, por fin, vieron la luz

Imágenes/Montserrat Herrera
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Morelia, Mich. | Montserrat Herrera/Acueducto Online.- El frío de la ciudad ameritaba un buen capuchino caliente, por lo que el Café Michelena fue una gran opción para escapar del viento helado que abrazaba al centro histórico de la capital michoacana.

Dentro de él, una mesa no muy larga tenía sobre de ella unos cuantos libros de color verde y amarillo fosforesentes, forrados con papel contact.

Después de una bebida caliente para entrar en calor, la estrella de la noche se hizo presente en el evento. Martín Godoy.

Antes de presentarlo, amigos y compañeros de la poesía hicieron una pequeña semblanza sobre su vida: en resumidas cuentas, un economista y docente que vivía con miedo de dejar florecer su talento… la poesía.

Los poemas de Martín Godoy siempre estuvieron en pausa, guardados entre hojas, sin permitirles ser vistos por los ojos de los otros. Después de tanta vida de espera, Martín aprovechó la pandemia para dar el salto que lo tendría, ahora, sentado frente a su público: crear su propio poemario.

En los libros se puede leer a la editorial “Mi casa”, siendo una pequeña broma de lo que, realmente, fue su creación. Durante meses, Martín se dedicó a imprimir y forrar sus libros, desperdiciando de vez en cuando papel contact cuando se equivocaba, pero siempre con las ganas de darles forma y vida.

Martín cosió y pegó de manera artesanal cada uno de sus ejemplares, efectivamente, en su casa, y los libros lograron salir hasta del país.

Volviendo al presente, Martín leyó frente a todos sus poemas como “Corre en el techo una iguana” y “Yo vengo de esos años”, un homenaje a Gaspar Aguilera, quien siempre le dijo que publicara sus poemas pero que, ahora, ya no pudo estar presente para ver a su compañero vencer el miedo.

Los comentaristas aseguraron que Martín hacía activismo entre sus letras, pues daba a conocer los problemas que había en el puerto de Lázaro Cárdenas, lugar que vio crecer a Martín, pero él nunca se puso la etiqueta de activista.

“Cada cabeza es un mundo, cada lector interpreta lo que quiere”, señaló con una sonrisa, pues su poesía fue un desahogo para él…

Los minutos pasaron como agua y llegaron los aperitivos de cortesía, la noche fluía tan rápida que no se sentía, pues escuchar los poemas que alberga “Mata de carrizo” y “El estigma del balazo” hacían, de la noche fría, algo digerible.

Fue así como nos despedimos de Martín Godoy, recibiendo sus libros con su firma y una pequeña dedicatoria. A partir de esa noche, sus ejemplares se encuentran en la espera dentro de Café Michelena, añorando tener un nuevo dueño…