Crónica | “Hasta aquí, ya hay que pararlo, la virgencita ya lo vio”

(Foto: cortesía)
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Morelia, Mich. | Montserrat Herrera/Acueducto Online.- La noche cayó sobre Morelia, las luces decorativas se encendieron e iluminaron el camino, la Calzada de San Diego se convirtió en el sendero que guiaría a los guadalupanos a su destino: El Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe.

Como cada 12 de diciembre, los creyentes celebran la aparición de la Virgen de Guadalupe en el cerro del Tepeyac a San Juan Diego, peregrino por el cual la Calzada lleva su nombre, pues es el camino a la Virgen.

Las personas, con indumentaria de peregrinos, con trajes en donde se encontraba pintada la Morenita y trenzas de colores, iban de rodillas por la Calzada, pidiendo perdón por sus pecados o agradeciendo un milagro cumplido por la madre celestial.

En sus manos caía la cera de las velas que iluminaban sus caras, algunos familiares ayudaron a que su vereda no fuera tan dolorosa poniendo trapos acolchonados, pero otros decidieron cumplir la penitencia.

Un excesivo grupo de gente caminaba apretada muy cerca de la entrada del Santuario, pues querían entrar a rezarle a la virgen que se encontraba, adornada con las paredes que parecían tener oro.

Los niños iban sobre los hombros de sus padres, pero los más pequeños lloraban por la falta de aire que causaba la multitud.

“Hasta aquí, ya hay que pararlo, la virgencita ya lo vio”, dijo una mujer a un peregrino que venía de rodillas, ya a unos metros de la entrada. En cuanto intentó levantarse, las piernas le fallaron… “ya no más guerra en mi vida, madre”, dijo al cielo sollozando.

Al entrar a la iglesia, parecía que la imagen de la virgen esparcía rayos de luz, la decoración dorada destellaba con la luz de las velas.

Los cánticos religiosos se escuchaban en armonía, el padre del Santuario llevaba el ritmo de la oración. “Un aplauso a nuestra Virgen de Guadalupe”, dijo y el público llenó el lugar de aplausos.

El flujo de la gente creaba una “Y”, pues nadie podía detenerse a presenciar una misa, quien entraba, daba el recorrido y tenía que salir.

Un “gracias madre” se escuchó muy cerca de la imagen de la virgen, en cuanto la veían dibujaban con sus dedos una cruz que tocaba su frente, su pecho y sus hombros.

Al salir, los spots con imágenes de la Virgen regalaron a las familias la foto del recuerdo, todos querían posar a sus pequeños en los caballitos de madera que se encontraban ahí, imaginando que eran auténticos Juan Dieguitos…