Atienda el asunto… y ya.

Imagen: Especial
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Morelia/Erick Alba

Morelia, Mich.- El problema del Cabildo Municipal de Morelia es su facilidad para obviar, para trivializar asuntos verdaderamente sensibles con la displicente mano en alto en cada votación rápida, hasta fabricar una estampa que navega entre lo irreal y lo tragicómico al considerar que ése es el sistema de gobierno que rige a los morelianos.

La Sesión de Cabildo de este lunes luce ardua, profunda y. al final. tan agotadora, como provechosa, o por lo menos así aparece en el Orden del Día: se analizará el reforzamiento del hermanamiento que Morelia tiene con Huajuapan de León, Oaxaca.

También se aceptará un predio que un par de profesionistas donan al municipio, y se presentarán informes trimestrales de 12 comisiones: todo esto será agotador pero provechoso.

Pero pronto llega la desilusión. Sin discusión, sin reproches, se acepta que Alejandro Villafuerte Arreola y Sarahí Cortés Ortiz hoy tampoco vengan a trabajar como Regidores a pesar de que para eso se les paga, y Alejandra Sánchez, también Regidora, pide un nuevo permiso para ausentarse por dos meses más.

Todo se aprueba por unanimidad y hasta con un gesto mecánico; es evidente entonces que el cuerpo de regidores se acostumbró ya a encubrir el incumplimiento de las responsabilidades, a exonerarse entre sí, a solaparse.

Después de autorizar a faltar al que quiera y por el tiempo que quiera, empieza lo provechoso, o lo que debería serlo:

¿Sabían que tenemos un hermanamiento con Huajuapan de León? Pues los regidores tampoco. Ésta puede ser una oportunidad para compartir estrategias y experiencias en promoción turística, salud, educación y cultura, formas productivas, todo lo que contiene un hermanamiento entre ciudades.

Ahora Huajuapan pide que se refuerce el intercambio en todo eso, que el hermanamiento firmado en 1996 realmente funcione. Pero la respuesta del Ayuntamiento de Morelia es vergonzosa: no encuentran el expediente. Se autoriza entonces que la Comisión de Educación, Cultura y Turismo, atienda el asunto… y ya.

Punto siguiente: el director de Gestión Urbana y Patrimonio Cultural solicita que se multe con la tarifa más alta a quien haga obras sin licencia en el Centro Histórico, y la decisión es que ese asunto lo atienda la Comisión de Desarrollo Urbano. A lo que sigue.

Luego el asunto del predio que los profesionistas quieren donar al municipio, y es imposible dejar de preguntarse ¿por qué? ¿Solicitan algo a cambio? ¿En qué se utilizará el terreno?

Pero nadie pregunta. Los regidores se limitan a levantar la mano otra vez, en silencio y con la mirada perdida en cualquier punto como la han tenido desde que inició la sesión, y el Secretario del Ayuntamiento declara aprobado por unanimidad, y hasta con ligereza, que la Comisión de Hacienda, Financiamiento y Patrimonio atienda eso.

En este punto la indignación lucha por abrirse paso desde el pecho hasta la garganta de los que imaginamos que nuestros asuntos, los de nuestra ciudad y que por eso son nuestros, eran atendidos con mayor seriedad por quienes nos cobran tanto por hacerlo, pero bueno…

Con un poco de paciencia recobrada nos preparamos a escuchar los informes trimestrales de 12 comisiones, “tal vez allí desquiten el salario”, piensa uno, pero llega otra sorpresa: no hay informes, sólo una mención de que alguien hizo algún informe y que lo entregó a alguien más, y otra vez, nadie pregunta qué dicen esos informes.

Así se diluye la posibilidad de saber cómo andamos en Educación, Cultura, Turismo, Seguridad Pública, Financiamiento, Migración, Juventud, Deporte, Ecología, todo eso que forma parte de nuestros indicadores de bienestar comunitario.

En lugar de conocer esos indicadores se vuelven a alzar las manos para aprobar por unanimidad que los informes ya se entregaron. “¿Esperan que cada ciudadano venga a preguntar qué contiene cada informe? ¿Le van a dar copias a cada persona que venga a preguntar? ¿No se supone que un informe es para informar? ¿Por qué no se está informando?, y sobre todo, ¿por qué lo están aprobando?”.

“Bueno, si aprobaron con tanta facilidad todo eso, el próximo punto es un simple trámite entonces”, dice la voz interna ya algo sublevada, pues sólo se trata de la lectura del reglamento por el que los funcionarios municipales están obligados a conducirse con honestidad en el proceso electoral.

Pese a lo rutinario que resulta, el Secretario del Ayuntamiento está obligado a leer todo el texto para que los regidores lo aprueben después. Dice cosas de estricto sentido común: que no se usen recursos municipales para favorecer candidatos, que no se condicionen programas públicos para inducir al voto, y cosas como ésa.

Pero la voz sigue alebrestada: “es contradictorio que estén a punto de jurar honestidad en las elecciones después de lo que acaban de hacer”, y la letanía del Secretario sigue tan monótona que suena a lectura de mandamientos sacros:

“No condicionaras las obras públicas; no retendrás la credencial de elector a los ciudadanos; no entregarás artículos con propaganda electoral; no abandonarás tu trabajo para hacer proselitismo (¡¿y los regidores faltistas?!)…”

Se supone que ahora sólo tienen que levantar la mano, como lo han hecho durante toda la sesión, para aprobar por unanimidad esto que es tan simple. Pero entonces todo se convierte en un homenaje a André Bretón y a su concepto sobre México: el joven regidor Jorge Alfredo Molina Sánchez se opone a ese reglamento.

“Esos puntos están dirigidos a funcionarios que manejan recursos y que manejan personal, y yo no los manejo, entonces pido que se elimine la palabra ‘Regidores’ del reglamento”, exige el imberbe.

“¿Eliminar la palabra?”, responde la voz interna con indignación renovada. “Eso es falta de sentido común, significaría que los Regidores sí podrían hacer proselitismo en su horario laboral, desviar recursos, condicionar programas. Por supuesto que no se puede eliminar la palabra ‘Regidores’ del reglamento”.

Luego, la regidora Leticia Farfán añade un improperio intelectual más, “es cuestión de interpretación”, como si un reglamento de operaciones fuera una obra de literatura fantástica, y todavía se adorna con una auto alabanza de las que están tan de moda entre los políticos en campaña:

“Nosotros trabajamos 24 horas al día para el bienestar social, y esto (el reglamento) no es para nosotros porque afortunadamente todos en el Cabildo estamos trabajando apegados a la normatividad”.

Luego aparece en escena el regidor Roberto Ayala Soto quien se siente limitado si no hace proselitismo, “es coartarnos nuestra libertad” asegura, y la vocecita dice “¡No… esto ya es una burla! Nadie mencionó los informes de trabajo, aprobaron todas las faltas, ¡¿y el punto de la honestidad es el que está creando polémica?! ¡¿Es neta?!”.

El cabildo todavía no se pone de acuerdo sobre ser honestos o no en materia electoral cuando llega otro punto igual de espinoso: el de prohibir a los candidatos de cualquier partido que se presenten en actividades del Ayuntamiento para que no hagan proselitismo con actividades del Gobierno Municipal.

Y son Leticia Farfán y Jorge Alfredo Molina los que dan la nota otra vez: “es que nos vamos a ver muy groseros si los corremos”, “no les podemos impedir que vengan” “no los podemos correr a patadas…”.

Por eso se decide quitarle toda la exactitud que debe tener un reglamento de operaciones y convertirlo en un documento ambiguo y fácil de violar, no vaya a ser que los candidatos se ofendan si no pueden aprovechar las reuniones masivas del Ayuntamiento para hacer su propaganda.

“Está bien –dice el alcalde sustituto, Salvador Abud-, vamos a cambiar a eso para no ser groseros con los candidatos, y que quede así: ‘se les invita a los candidatos a no hacer proselitismo en las actividades del Gobierno Municipal’”, aunque con eso cualquier candidato puede declinar la “atenta invitación” a no romper la ley y hacer lo que quiera, todo porque los regidores no se vean “groseros”.