¿A qué no puedes comer sola una?

Imagen: Samuel Ponce
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Morelia/Samuel Ponce Morales

 La imagen es elocuente, cinco jóvenes normalistas avanzan con cajas, cuyo contenido son cuando menos una decena de bombas molotov, de fabricación callejera.

 La escena, en pleno centro histórico, se da ante la mirada atónita de paseantes y de periodistas, así como de agentes gubernamentales vestidos de civiles.

 Al fondo de los normalistas, la mayoría encapuchados, se observa una camioneta comercial, una de tantas, secuestrada por ellos y sus casi 95 compañeros y compañeras.

 Atrás de la Madero, de la avenida Madero, atrás del Palacio de Gobierno, están a la expectativas, como casi siempre, los integrantes de la fuerza pública, la llamada Ciudadana.

 Casi un centenar de normalistas que sabatinamente tomaron el “corazón” de la urbe moreliana; ahí, a plena luz del día, no solo mentaron madres, sino que armaron bombas.

 El día amenazada ser extremadamente soleado, pero los  jóvenes lo dejaban entrever -al menos en esta minúscula parte del territorio moreliano- extremadamente explosivo.

 Retaban, gritaban y a veces parecía que bailaban, pero  denotaban un coraje a la quinta potencia, habían perdido en Guerrero, en forma violenta, a tres de sus compañeros.

 Ese era, en ese momento, el reclamo justo, no abstractamente la derogación de la reforma educativa, ni exactamente la recuperación de plazas automáticas.

 Por ello, seguramente, apenas los cien con la adrenalina de la ira provocaban, de manera impune, a la luz del día, a la vista de todos, un acto de represión gubernamental.

 La fuerza pública permaneció, aparentemente impávida, los ciudadanos de a pie parecían tensarse, por momentos y los periodistas nerviosos sugerían divertirse.

 Frente a la Catedral, frente al Solio de Ocampo, habían llegado en autobuses y en vehículos comerciales, previo secuestro, a los segundos los saquearon.

 Entre ellos, entre los normalistas, la mujeres eran minoría pero como si no lo fueran; los cien, el casi centenar de jóvenes, iban dispuestos a todo, hasta morir.