“Solo le pido a Dios me lo dé un ratito…”

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Enrique Castro/Aquila

De aspecto sencillo y humilde, Emilia García y Miguel Reyes, recibían a los invitados. De ropa austera y sonrisa en el rostro, los invitan a comer caldo de res o tomar un vasito de agua. Ellos lucen desgastados en su físico, Doña Emilia ha tenido problemas de salud desde el asesinato de Hidilberto – el más pequeño de sus hijos – quien murió por “una bala del ejército”, según narra una cartulina al lado del altar que pusieron en su segundo aniversario luctuoso.

Foto: Enrique Castro

El tic nervioso en un ojo y un terrible cansancio emocional Don Miguel lo oculta con una sonrisa, pero luce desgastado. El algún momento de las actividades, ellos se sientan para hablar sobre el asunto: “Ahorita la verdad me siento muy triste, ya son dos años y no se ha visto nada, yo quisiera que se reparara el daño, y no ha pasado nada de lo prometido, la verdad no hay nada, solo dicen que el otro mes, y el otro y solo nos traen vuelta y vuelta”.

Foto: Enrique Castro

Con cierto enojo, Emilia García relata lo que le dicen en los aspectos legales “en la procu (Procuraduría General de Justicia en el Estado) dicen que se está arreglando, ‘espérate se está arreglando’, eso dicen los de Derechos Humanos también, esos que vienen, ‘ya te van a mandar la reparación de daños’. Nomás dicen que el gobierno dijo que sí lo habían hecho, que cuáles fueron los que dispararon, se comprometen a pagar los daños que hicieron, pero ¿cuándo? Se cumplieron dos años. Ya le quitaron la vida, ¿ahora quién nos va ayudar? Él nos ayudaba mucho. Quisiéramos una pensión para nosotros, ya somos de edad.  Que nos escuchen y comprendan, quisiéramos que los responsables paguen”

Del enojo, un suspiro es el puente a la tristeza; las manos se las lleva al rostro, su esposo a un lado la observa y escucha también: “Yo solo quisiera que Dios me lo diera un ratito para yo verlo, él era un buen niño, ellos pensaron que hicieron bien, él está aquí con todos nosotros”, en señal de plegaria lo dice y las lágrimas no reculan en salir de sus ojos. Don Miguel “entra al quite”, relata un poco lo sucedido y remata acordándose de su pequeño hijo: “Él me ayudaba mucho, se iba conmigo a la tortuga, a los mandados, a todo”. Don Reyes es una persona de pocas palabras y “grandes sentimientos”, según un familiar cercano.

Foto: Enrique Castro