Ya se me quitó el hambre…

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Chilchota/Humberto Castillo
El grupo de guarecitas llegó temprano, “iban bien arregladas”, con guanengos nuevos, rebozos, morados, azules y, finalmente, mandiles bordados. Caminaron entre vallas metálicas, pero de nada les sirvió el arreglo, ellas no entraron al salón comunal donde fue el evento. Al igual que muchos habitantes de Chilchota, vieron de lejos y tras las vallas de metal  el ir y venir sobre todo de funcionarios  federales.
Al Presidente Enrique Peña Nieto «no lo “pudimos mirar”, dijeron, angustiadas dos de las mujeres indígenas.
El salón se llenó de gente desde antes del mediodía, cinco mujeres indígenas fueron “acomodadas” en el presídium, ahí mismo cuatro hombres las acompañaron, una hora y media antes de iniciar el encuentro.
Eran las 12.20 horas y el Presidente no llegaba, el calor aumentaba. El llanto de algunos bebés se confundía entre el murmullo de la gente. Tengo sed, dijo un pequeño, de cinco años de edad, pero no había agua para beber, porque en los «filtros» de seguridad no permitió el ingreso a quienes llevaban botellas de agua y refresco, por aquello de que algún rijoso, se le ocurra arrojársela al señor Presidente.
En el extremo derecho, frente al micrófono presidencial, delegados federales, vestidos de blanco aguardaban y se “apapachaban con un grupo de diputados locales priístas, entre ellos Los Orihuela (Juan Carlos y Eduardo), Rosita Molina y Jaime Dario Oseguera.
La impaciencia se empezó a notar y el calor incrementó, pero no había agua, nada que beber, ni siquiera «cocas».
Los periodistas también se quejaron antes y después de entrar. Una hora y media esperaron para ingresar, luego de ser revisadas sus bolsas y maletines. Y ya adentro en el salón comunal, otros eternos minutos más.
El pueblo de Chilchota y la comunidad de Tabaquillo, tenencia del primero, fueron sitiadas por mallas metálicas, policías estatales, elementos del Estado Mayor Presidencial y militares. Los habitantes de Chilchota, apacibles y otros desconcertados observaban el movimiento, poco usual ahí en esa comunidad Purhépecha.
A las 12.38, por una de las puertas aparecieron cuatro personajes, y la gente se puso de pie y muchos aplaudieron, pensaron que era Peña Nieto, pero era el diputado local panista, Alfonso Martínez y el presidente del Poder Judicial, Juan Antonio Magaña.
Dos minutos después, ahora sí, arribó si el Presidente; a su lado el gobernador Fausto Vallejo, el comisionado federal Alfredo Castillo Cervantes y la secretaria Rosario Robles. Luego, el contenido de un malísimo spot de un hombre que dijo, “ya se me quitó el hambre”, generó las risas de varios de los ahí reunidos.
Se anunció que Rosario Robles, daría un discurso, pero no lo hizo; todos se voltearon a verse entre sí, y mejor se procedió a la firma de tres convenios.
Luego se volvió a decir, que la titular de Sedesol, tomaría la palabra, pero no lo hizo, fue el propio Peña Nieto quien argumentó que había desorganización porque él mismo no respetó el programa.
Finalmente la ex perredista tomó el micrófono para dar cifras de los avances de la Cruzada Nacional contra el Hambre en Michoacán. Luego lo hizo el comisionado, Alfredo Castillo quien le preguntó a su jefe, si sólo le informaba sobre el tema de seguridad en Michoacán, “o de todo”.
En el evento, los aplausos, abrazos y fotos fueron con el Presidente y hasta el comisionado, quien igual la hizo también de fotógrafo al término del evento, luego de que un par de guarecitas, le pidieron que les tomara una foto con el de Los Pinos, al joven funcionario no le agradó mucho la idea, pero no tuvo más remedio. Las dos jóvenes indígenas, ni cuenta se dieron  que se trataba del  hombre de sus confianzas del señor Presidente, al menos aquí en Michoacán.