URBANOPÓLIS | Análisis
La mayoría de las personas considera que lo cotidiano es lo rutinario, lo de todos los días, lo repetitivo, lo que no cambia; en otras palabras, lo aburrido de la vida; aquellos que hay que evitar. Basta echar un vistazo a la publicidad y nos daremos cuenta de que la esencia del porqué se nos venden muchos productos, alimentos, lugares, etc., tiene que ver con que ofrecen algo extra-ordinario, es decir, alguna experiencia fuera de lo rutinario, que incluso hace que el día cobre sentido.
Lo sorprendente es que resulta que en ocasiones no tomamos conciencia de nuestra vida cotidiana, y mucho menos que es a través de esta cotidianeidad que se fusionan ámbitos como lo personal, familiar, cultural, laboral, social. Aún y cuando para muchos la vida cotidiana se organiza día con día, cada 24 horas, en realidad traspasa este tiempo breve y llega a constituir parte esencial de la existencia misma de todo individuo, pues a partir de ella se construye la subjetividad, identidad social, pluralidad y el simbolismo que permea las prácticas sociales con múltiples significados.
El escenario de nuestra vida cotidiana es la ciudad que habitamos a partir de tres dimensiones: el espacio, el tiempo y el lugar.
Cuando nos referimos al espacio, va más allá de la ciudad como espacio geográfico, se trata de las experiencias individuales asociadas diferentes espacios, en los que se desarrolla su vida, es la dimensión cultural del llamado espacio social, este espacio que cobra significado a partir de las relaciones sociales.
Para nadie es ajeno que la ciudad se ha diseñado y planificado con base en sus funciones principales de habitar, esparcimiento y recreo; dando como consecuencia un criterio de zonificación de usos de suelo, que de manera práctica se concreta en extensas zonas exclusivamente habitacionales alejadas de las áreas industriales, comerciales o administrativas de empleo o educación y que, cotidianamente obligan a desplazamientos de grandes distancias que implican tiempo y dinero.
La duración de dichos traslados ha ido incrementándose conforme se extiende la ciudad y pueden ser vistos desde dos perspectivas: como un efecto “túnel”, cuando, por ejemplo, el individuo ingresa al metro en la CDMX y “pasa” por la ciudad sin vivirla, hasta que vuelve a salir del sistema metro en la estación de su destino. Un caso distinto es cuando los traslados consumen tanto tiempo del recorrido cotidiano, que adquieren importancia dentro de la rutina diaria.
No es cosa menor el tiempo invertido en los traslados, incluso ha dado origen a las llamadas “colonias dormitorio”, término con el que se designa a aquellos desarrollos habitacionales alejados de la mancha urbana, cuyos habitantes salen muy temprano para trasladarse a su trabajo o escuela y regresan a su hogar ya en la noche, prácticamente a dormir. Es decir, que la mayor parte de su vida cotidiana la viven fuera de su hogar. En contraposición, algunos lugares adquieren relevancia por el tiempo que ocupan en esta cotidianeidad.
En 1992, el antropólogo francés Marc Augé diferenció entre aquellos lugares de tránsito que no tienen suficiente importancia para ser considerados como «lugares», y aquellos que calificó como lugares antropológicos o vitales. Acuño el concepto de “no-lugar” para calificar una autopista, una habitación de hotel, un aeropuerto o un supermercado, y todos aquellos lugares circunstanciales de tránsito donde el individuo permanece en el anonimato y no se apropian de esos espacios.
Esta es una muestra evidente de que la ciudad actual nos obliga a estructurar nuestra vida cotidiana de forma distinta, de forma segmentada y fragmentada. Un individuo cumple no sólo varios roles en la sociedad, como esposo, padre de familia, amigo, empleado, etc., sino que en ocasiones son radicalmente distintos e independientes en los temporales y en lo espacial.
La cotidianeidad que se acostumbra a medir en ciclos de 24 horas, debe observarse en una dimensión de larga duración, por ejemplo, Marco Lazzari, un investigador italiano, ha identificado que para los adolescentes un centro comercial es un lugar donde los adolescentes no se encuentran por casualidad, ni en el sólo objetivo de comprar algo, sino es el sitio para socializar, encontrar amigos y divertirse. En contraposición, para los adultos, que siguen considerándolos como no-lugares.
Lo relevante del tema es comprender que la conformación actual de la ciudad ha propiciado una ciudad fragmentada, que divide espacialmente a sus habitantes de acuerdo a sus ingresos económicos, lo que permite afirmar que también los distancia socialmente, así condicionan significativamente la dimensión espacio-temporal de la vida cotidiana de todas las personas.
Cada vez es más urgente e impostergable que se rompan los paradigmas tradicionales bajo los cuales se planifica y administra la ciudad. Que se ubique al centro el objetivo social de los individuos, para garantizar una calidad de vida optima, sin que esta esté condicionada a su nivel de ingreso económico.