“…Pues es que también, ahora llueve a cántaros…”, esta frase resultó ser el argumento que me externaba, en días pasados, un ingeniero después de que me narraba algunos de los problemas que recientemente presentaba una casa que había construido hace poco más de 20 años. A propósito de las intensas lluvias que se han presentado en Morelia durante el último mes, me relataba que nunca había tenido problemas en la azotea con la precipitación pluvial. Yo le argumentaba que seguramente había cometido un error en la construcción, a lo que me argumentaba que tenía “una bajada de agua pluvial por cada 100 metros de azotea era más que suficiente”, como establecía el reglamento, y que bien había aprendido cuando cursó sus estudios. Como suele pasar en las conversaciones entre arquitectos e ingenieros, no terminamos en nada concreto, pasamos de los temas de construcción al tema de las lluvias, las inundaciones de la ciudad que provocan la reproducción exponencial de los baches e ineludiblemente terminamos charlando sobre el Cambio Climático.
Como suele pasar con frecuencia, duré varios días con el tema en la mente. Lo primero que hice fue revisar la reglamentación y, efectivamente, el Reglamento de Construcciones y de los Servicios Urbanos para el Municipio de Morelia, su capítulo 6, referente a las instalaciones en las edificaciones, señala que: el “Área de servicio y diámetro de las bajadas de aguas pluviales. Las bajadas de agua pluvial deben tener un diámetro mínimo de 0.10 m. 4” por cada 100.00 m2. o fracción de superficie de cubierta, techumbre o azotea”.
Mi amigo, casi colega, tenía razón; pero entonces ¿Qué está pasando? ¿Qué ha cambiado?
La respuesta es muy sencilla, aunque de implicaciones por demás complejas, lo que está pasando no es otra cosa que los efectos del llamado Cambio Climático, y que ha provocado que los fenómenos meteorológicos se vuelvan más extremos, de forma tal que las inundaciones y las sequías, sean cada vez más probables y frecuentes.
La explicación sintética es que, con el aumento de las temperaturas en el planeta, se eleva la evaporación en los cuerpos de agua y, por lo tanto, se incrementa la humedad que la atmósfera puede contener, dando como resultado más tormentas y lluvias torrenciales, pero, paradójicamente, también períodos de sequía más intensos. En otras palabras, cambios drásticos en los patrones climáticos globales que hasta hace poco identificábamos como “temporadas”.
Aunque lo anterior puede parecer muy general, resulta muy fácil observarlo en nuestro entorno inmediato. Debemos comenzar por comprender que la cantidad de lluvia que cae en un sitio se registra y mide con base en milímetros, y cada milímetro equivale a 1 litro de agua por cada metro cuadrado de superficie. De aquí que el Sistema Meteorológico Nacional considere que una lluvia intensa o extraordinaria es aquella mayor a 75 mm.; mientras que lluvia fuerte a muy fuerte cuando la precipitación es de entre 25 a 75 mm., y lluvia simplemente cuando cae una cantidad menos a 25 mm.
Aquí lo relevante del caso es la dimensión temporal, dado que lo que se observa es que llueve intensamente en un periodo muy corto de tiempo. Los pronósticos sobre el Cambio Climático indican que lo que tradicionalmente estábamos acostumbrados a que se precipitara en una “temporada de lluvias” ahora puede caer en sólo un fin de semana; de igual forma, lo que llovía en promedio en un día ahora se presenta en un lapso una hora o menos.
Nunca será igual que lluevan 100 milímetros en el transcurso de 24 horas, a que llueva esa cantidad en sólo una hora. Regresando al caso de mi amigo ingeniero, lo que le ocurre es que ese parámetro de 100 metros por bajada pluvial hoy en día resulta insuficiente. Ilustremos el caso con una precipitación de 40 mm, es decir, 40 litros por cada metro cuadrado, en total hablamos de 400 litros para desalojar por una bajada de agua pluvial. Pero si esos 400 litros caen en el lapso de 60 minutos o menos, es muy probable que esa bajada de agua pluvial no sea suficiente, y el agua permanezca en el techo por más tiempo de lo deseado.
Lo relatado aquí es sólo un caso que se espera ayude a comprender que las inundaciones en la ciudad serán cada vez más frecuentes y severas. No porque se hagan mal las cosas, sino porque ahora es necesario hacerlas de forma distinta ante los nuevos escenarios. La limpieza y desazolve de drenes que realiza cada temporada, ahora resultará insuficiente para garantizar que no haya inundaciones por desbordamientos. Además, no debemos de olvidar que cada vez es mayor la superficie que se urbaniza e impide la infiltración del agua de lluvia. En consecuencia, será cada vez mayor la cantidad de agua que se acumule en las partes bajas de la ciudad.
Es preciso comenzar a diseñar la ciudad del futuro. Los diputados, más que buscar nuevas iniciativas, deberían de proponerse la modificación o actualización de todas las leyes y reglamentos bajo la perspectiva del Cambio Climático y sus implicaciones. Por ejemplo, al respecto del agua, hacer obligatoria la captación de agua pluvial en cada casa, en lugar de canalizarla al drenaje, garantizar sitios de infiltración de agua al subsuelo, fomentar la reutilización de agua de lluvia para disminuir la extracción de agua de pozos profundos, etc.
Hoy debemos comenzar, sociedad y gobierno, a construir la ciudad del futuro; sólo así se logrará garantizar, en el futuro, una mejor calidad de vida en nuestras ciudades.