Un dolor que invade a Michoacán…

Imagen: ACG
Comparte

Morelia/Héctor Tenorio

En un espacio donde se velan los restos de 17 personas, las emociones se entremezclan y todos se convierten en dolientes. Solo hay rostros abatidos de familiares y amigos. En cada rincón de la funeraria Santa Cruz hablan del accidente carretero en la autopista Siglo XXI que sucedió el pasado 13 abril, y que les costó la vida a sus seres queridos.

La funeraria, que también es mausoleo, cuenta con tres capillas ardientes. La primera se llama Eternum la Cruz, ahí está Salma Navarrete Ortiz. Un enorme cuadro de la hermosa joven fallecida se encuentra a un lado del ataúd, a uno centímetros está un Cristo. De las tres capillas esta es la que tiene un ambiente más reservado. Un familiar está sentado, sus extremidades están relajadas, estira los pies y mira al patio.

Las capillas Premium la Cruz y Magnum la Cruz son continúas. En la primera están: Julieta Itzel Maldonado Cornejo, Omar Guillen Cuervo, Patricia Cueva Medina, Mateo Guillen Villagómez, América Villagómez Vargas, Venecia Villagómez Vargas, Fernando Villagómez Rodríguez, Nora Itzel Cornejo Vargas, Nancy Vieyra y Fernando Vieyra.

El ambiente en esa capilla es menos denso, pero se puede ver que al final del lugar hay un ataúd pequeño, donde hay dos fotos de un niño que pareciera que saluda con sus enormes ojos.  La sensación es electrizante.

A un lado está la otra capilla donde se encuentra Ana Karen Maldonado Cornejo, Gabino Vargas Jacuinde, María Socorro Vargas Jacuinde, Angélica Vargas Jacuide, Enedina Vargas Jacuinde, María Auxilio Vargas Jacuinde.

El ambiente es el más sofocante de las tres capillas; nadie se mueve y todos lloran al mismo tiempo. Escapo por una puerta trasera y salgó a un jardín donde se dispusieron unas 500 sillas para el sermón del padre, tres ancianas platican entre sí. En eso sale una muchacha que no puede respirar, es atendida por un empleado de la dirección de Atención Física y Psicológica de la Secretaría de Seguridad Pública.

En la sala de espera las coronas se expanden, todos los familiares hablan entre sí y se cruzan los abrazos de pésame y con un llanto que no se puede contener. La tristeza invade todo y un joven se acerca a mí y me abraza y al mismo tiempo me dice, “lo siento mucho”.

Quedo tocado por la muerte.

Los que van llegando buscan donde están sus familiares o amigos que perdieron la vida, cuando encuentran su nombre, el rostro se tensa y las lágrimas escapan. Los niños van con sus padres, miran al suelo para que nadie note que también están afectados.

Entonces la cafetería se convierta en un espacio donde uno puede descansar del dolor que se siente adentro.

Los taxis vienen y van a la funeraria, algunos abusan y cobran más de 100 pesos por transportar a los dolientes. Me alejó apesadumbrado.