Ella muestra más que admiración por José Manuel Mireles, ex líder de las autodefensas michoacanas, le gusta, literalmente hablando, y más con sombrero, sólo que no haría exactamente lo que fuera para liberarlo.
«Admiro a Mireles, espero que salga pronto; y si me dijeran también iría para ver cómo sacarlo de la cárcel», subraya Elena Poniatowska, desde esa sala suya que divisa libros por doquier, de todas las editoriales y autores posibles.
Samuel: ¿Usted haría lo que fuera por liberarlo?
Elena: Lo que fuera no, no, tampoco; a mí me cae bien, no tendría por qué no.
Luego, hace una pausa, la mujer que le gusta el vino tinto, sentarse en la mesa y ver el amanecer, para hablar a retazo de cómo lo defendió ante el que fuera procurador general de la República, Jesús Murillo Karam.
«Es una figura, se lo dije, no le gustó nada y me respondió con un ‘usted está equivocada’», subraya la escritora ganadora de uno de los máximos reconocimientos literarios, el Premio Miguel de Cervantes, entre decenas más. Parte del tema lo atrae ante la pregunta «y de los zapatistas nos podemos ir a las autodefensas…» y que interrumpe para referirse en particular a Mireles, a la admiración que le tiene y la esperanza de lograr su libertad.
Ahí, en el momento en que los visos de un inesperado atardecer nostálgico penetran por una horizontal ventana que da frente a ambos, añade sin ni siquiera una insinuación de por medio: «A las mujeres nos gusta mucho Mireles, nos parece muy guapo, sobre todo con sombrero».
De las autodefensas michoacanas diría, la que a los 3 años de edad arribó al país, procedente de la capital francesa, que es el mal gobierno el que ha orillado al pueblo a tomar esas decisiones y a pensar: «Bueno, si no nos ayuda, si no nos sabe defender, vamos hacerlo nosotros».
Sostiene que las autodefensas hacen lo mismo que los damnificados del terremoto del 85, «ellos mismos se volvieron sus propios salvadores, demostrando que eran mucho más capaces de resolver sus problemas». Y la descendiente de realeza europea, la que rechaza ser una princesa, por su linaje, y menos roja, por su activismo izquierdista, le da tristeza la situación de inseguridad que ha vivido Michoacán en los últimos tiempos.
«Me da mucha tristeza, porque, finalmente, es el estado (del General) Cárdenas, gobernado también por un hijo y nieto de él, que presume o se cree de izquierda y que los pobres deberían ser su principal preocupación».
Y, sin grabadora ni apuntes, en la que pareciera una relajante sesión de fotografías y firmas de libros, se retoma el tema de las autodefensas y la autora de «Hasta no verte Jesús mío», de Editorial Planeta, se vuelve la entrevistadora: «Pero, ¿qué hicieron los Cárdenas, no pudieron hacer nada o se les fue el avión?» La respuesta fue un casi nada y el interlocutor va de los inertes gobiernos perredistas hasta el fallido priísmo.
En esos instantes, mientras delinea su delgada figura para las imágenes -teniendo siempre como vista, por todos los lados posibles, vertical u horizontalmente, libros, libros-, charla sobre su hija Paula, fotógrafa de «cosas dramáticas».
Y, cuando Alan Ortega, a quien reclamó por tomarle como «cien mil», se ve obligado a posar con ella, subrayando su rechazo a ser fotografiado pero sin dejar de presumir que lo ha hecho con Mireles e Hipólito (Mora), ella le pregunta: «¿Quién es Hipólito?»…