Morelia, Mich. | Humberto Castillo Mercado / ACG. – «Primero se oscureció por unos minutos, luego tembló feo, la gente creía que se iba a acabar el mundo», recuerda Julia Reyes Negrete, quien tenia escasos 11 años cuando hizo erupción el volcán Paricutín, en febrero de 1943.
Los estruendos se sintieron hasta el ejido, Capire Pando, donde ella aún vive, muy cerca de Nueva Italia.
Dice que sus padres escondieron a todos los chiquillos, para que no salieran del jacal, «nos pusieron a rezar y rezar».
Se oscureció en pleno día, quizá no eran ni las cuatro de la tarde, recuerda Julia.
La ropa que estaba tendida se cubrió de tizne, hollín, algo negro qué hasta después supieron que era por la ceniza y desechos qué empezó arrojar el volcán. Las vacas también se espantaron, algunas qué estaban pastando cerca de una canal de agua de riego cayeron al caudal destanteadas.
Las gallinas también se confundieron al ver que se oscureció, subieron a los árboles para dormir, pero unos momentos después bajaron, se veían unas con otras, y los gallos cantaron.
«Era una llorera de chiquillos y mujeres por todos lados», refiere Julia de 90 años, quien reconoce qué prevalecía en todos lados la desinformación y los mitos. No había radio, y menos televisión en su casa, las noticias las llevaban los arrieros de Uruapan a Parácuaro y Apatzingán, y prácticamente eran chismes, «dimes y diretes».
Luego de la «mentada oscuridad» fue qué tembló, se cimbró la tierra y se escuchó un fuerte estruendo, se vio una llamarada en el cielo, y otra vez, la lloradera por toda la ranchería.
Según la entrevistada, en ese tiempo, la gente era muy ignorante y «tapada», los padres de familia, » no nos daban a saber nada».
Fueron varios días qué desde ese lugar del municipio de Múgica se veían las llamaradas en el cielo con dirección a Uruapan.
El suegro de Julia, Jesús Castillo, platicaba qué, que el iba del jornal en una burra, y al oscurecer en pleno día, el animal se detuvo y se arrodilló; también observó como unas vacas que estaban cerca se hincaron, mientras pasó la obscuridad.
Él y su familia iban de susto en susto, recuerda, que al siguiente día de la oscuridad, se vino un fuerte temblor, que cimbró horrible la tierra. Unos días después supo que había sido por la erupción del volcán Paricutín en 1943. Y que la oscuridad había sido por una lluvia de arena, ceniza y residuos del famoso volcán.
Dice que muchos chiquillos, adolescentes y mujeres, no querían irse a dormir, porque creían qué ya no iban amanecer. Y que el mundo acabaría, en esos días en que prevalecía el miedo y la confusión.