Saúl, entre el aroma dulce y crujiente de las cañas

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Morelia, Mich. | Acueducto Noticias/Cayetano Mac.- Desde que tiene memoria, Saúl Silva González ha estado rodeado del aroma dulce y crujiente de las cañas en la Calzada de San Diego. «Desde chiquillo me gustó el comercio», comenta con una sonrisa que refleja su pasión por mantener viva esta tradición.

Aunque no es dueño del puesto, se considera el encargado de preservar un legado que se remonta a más de 50 años en Morelia. Año tras año, su lugar está garantizado junto al paso de los peregrinos guadalupanos que inundan la calzada cada diciembre, ahí debajo del arco que con la imagen de la Virgen de Guadalupe que da la bienvenida al público.

Su puesto, adornado con cartulinas que promocionan las cañas bajo los creativos dibujos y frases de «deformitos», figuras virales de internet, se convierte en una parada obligatoria para los que transitan por la emblemática Calzada de San Diego.

Las cañas, junto con el cacahuate y la mandarina, forman un trío inseparable en estas festividades, explicaba Saúl mientras sin detenerse, y muy atento a cada estocada, limpiaba las cañas para dejarlas en un recipiente. «Es por las posadas que empiezan en estas fechas», explica Saúl al hablar del origen de esta costumbre.

A pesar de que las ventas no siempre son las mejores, para él el comercio es más que un trabajo: es un compromiso con su fe y con las familias que visitan este espacio, muchas de ellas llevando mandas o participando en peregrinaciones. «Ver a las familias juntas, todavía con fe en la Virgen de Guadalupe, es lo que más disfruto», confiesa mientras el machete afilado que sostenía con su mano derecha dejaba entrever los callos por el roce continúo del mango con la piel.

La calzada, siempre llena de bullicio y color, refleja la devoción y la alegría de la temporada. El sonido de las cortadoras de mano de cañas se mezcla con el grito de los comerciantes y el eco de los pasos de los peregrinos y transeúntes.

El negocio de las cañas no es fácil. «Es mucho la joda y poca la ganancia, pero lo hacemos por la tradición», dice con franqueza.

Sin embargo, no se trata solo de ventas para Saúl. Cada interacción, cada peregrino que pasa, le recuerda que su esfuerzo ayuda a mantener viva una de las tradiciones más queridas de Morelia. Y aunque el frío de la temporada se siente en los huesos, el calor de las familias y su devoción hacen que todo valga la pena.