Rectoría, y la estámpida del CUL

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Morelia/Vianey J. Cervantes

Las puertas del edificio de Rectoría estaban abiertas, no había rayo de luz que se colase entre las densas nubes a las diez de la mañana. Con media hora de retraso, el rector nicolaita, Medardo Serna González, llegó veloz y tomó su asiento en el pódium, al lado del secretario general, Salvador García Espinoza, ambos con la mirada seria y la sonrisa fría.

Afuera, al menos una veintena de estudiantes esperaban como lobo a su presa, que se diera la ocasión de acercarse a la sala donde se realizaría la Sesión Ordinaria del Honorable Consejo Universitario, en la cual el rector entregaría su segundo informe de resultados, entre otros asuntos a tratar.

Comenzó el pase de lista, uno por uno, fueron nombrando a los diferentes doctores, doctoras, maestras y maestros que conforman el Consejo, 71 presentes en total durante esta sesión. La primera intervención del rector fue la toma de protesta de Cuauhtémoc Landa, quien fungirá como Consejero Universitario, tras lo cual, el Medardo Serna pidió un minuto de silencio por el fallecimiento de la consejera y estudiante de Filosofía, Ivette Alanís Solorio, el pasado 13 de abril, en el trágico accidente de la carretera Siglo XXI, donde fallecieron 27 personas más y a quien Cuauhtémoc reemplazará a partir del día de hoy.

Entonces y tras la lectura de la orden del día, el representante de la Coordinadora de Universitarios en Lucha (CUL) pidió agregar la discusión sobre el análisis del reglamento de ingreso a la UMSNH y el acceso de una comisión de los estudiantes que se amotinaban a las afueras de la sala, para que escuchasen y presentarán sus inconformidades.

Se realizó una votación sobre discutirlo en la misma sesión u organizarla para otra subsecuente; con 59 votos a favor y 14 en contra, se aprobó la discusión en la misma sesión, no sin la intervención de una consejera, quien, fervientemente exigió que no se debatiese, pues el tema del reglamento se entregó desde el año pasado y, cito, afirmó que los estudiantes “no son competentes para observar nada, por eso tienen su representante”.

Los gritos comenzaron a oírse afuera de la sala, “¡No que no, sí que sí, volvimos a salir!”, eran los universitarios que se aglutinaban a las afueras del edificio, aquella veintena que se escondía por el edificio, eran alumnos pertenecientes a la CUL y estaban listos para su intervención en la sesión, por la buena o, como suele ser, por la mala.  Sin embargo, comenzó entonces la rendición de cuentas del informe del Dr. Medardo Serna.

La disputa continuaba; no una, dos ni tres veces se pidió al representante de los universitarios silenciarlos y respeto a la sesión, “no hay nada porqué gritar hoy”, decía el secretario. Tras el fracaso obtenido, a los gritos se le aunaron golpes a la puerta, y una aguda voz femenina que lideraba el griterío “¡Educación primero al hijo del obrero, educación después al hijo del burgués!”

La sesión fue interrumpida, los alumnos entraron en estampida, con empujones y gritos; entonces a este punto, le fue imposible a Medardo Serna continuar con el diálogo. Aunque permitió el acceso a la sesión, varias veces pidió silencio y como respuesta solo obtuvo gritos y más gritos. A alrededor de diez minutos de la “estampida de la CUL”, tras varias y reiteradas peticiones de respeto y la consecuente exigencia de que abandonarán el recinto, un rector con la paciencia al borde del colapso decidió dar diez minutos de descanso para renovar la sesión. Los ánimos se calentaron, el secretario Salvador García Espinoza parecía estar furioso con los alumnos “Ayer tuvimos una reunión y nunca pidieron participar ni tener una sesión para discutir el tema del reglamento”, la CUL ante esto, afirmaba con la cabeza, pero jamás cesaron los gritos ni la protesta. Hartos, las autoridades declararon y votaron por realizar la sesión de forma cerrada.

Así, más representantes universitarios se acercaron al diálogo, para tratar de liberar la sala, de lograr paz y un acuerdo para que siguiera la sesión. “Este diálogo que ustedes tanto piden, ¿dónde está?”. Una joven con pinta de grillera no dejaba de gritar y repetir los mismos argumentos: “¡Desde el inicio había limitaciones, nosotros queríamos pasar todos!” (“no caben, mira cómo estamos”), “¡No nos escuchan!” (“no podemos ni escucharnos con sus gritos”) y cada argumento le era contestado con una verdad que todos los medios y consejeros presenciaron.

Al final, la puerta trasera fue la salida para los directivos y consejeros, escapando de un ataque irracional por parte de la CUL y con un furioso secretario que, tajante ante los gritos y la inflexibilidad de los alumnos, afirmó: “Por estar gritando y golpeando las puertas, miren lo que ganaron: Ya se aprobó el reglamento”.