Opinión.
Morelia, Mich.- Tras la nueva derrota de Monarcas Morelia, cuarta en éste torneo, el panorama no es nada alentador, pues ante una platilla tan limitada como la que posee y la poca funcionalidad futbolística en los partidos, la situación se pone complicada, aunado a las presiones extra deportivas que se dieron durante esta semana con los desafortunados comentarios de su presidente, Alvaro Dávila, que reforzó el entrenador, Roberto Hernández.
El problema de Monarcas no viene de ahora, y es una situación de políticas empresariales, es decir es de fondo, con una línea de invertir poco, para sacar mayores ganancias, el aspecto económico priorizo el manejo del equipo, y el deportivo, así como el espectáculo pasaron a segundo término, con las consecuencias conocidas.
Desde el campeonato del Invierno del 2000, con una gran etapa en los años siguientes que les permitieron estar en zona de protagonismo y la disputa de otra final en el 2002, que incluso los llevaron a la Copa Libertadores en tres ocasiones en ese mismo año, y a ser considerado el mejor equipo del mundo del mes de abril, las cosas ya no volvieron a pintar igual, con una política que se fue haciendo más dura y dejo de funcionar y que hasta la fecha se volvió caduca.
El problema directo no está ni en jugadores, ni en entrenador, que no dejan de tener su importante responsabilidad al no justificar los altos sueldos que ganan, pero sí en los mandos que no han mostrado que funcionen sus estrategias.
Los cambios deben ser de fondo, porque llegue quien llegue, seguirá sufriendo las mismas limitantes de conformarse con lo que hay.
Ante este panorama, el futuro del equipo parece seguirá siendo como un equipo de medio nivel, por no decir que mediocre.
Contrastante con el manejo de Nicandro Ortíz, que en su época, con muy poco presupuesto hizo de Atlético Morelia, un equipo de respeto tanto para el resto de los clubes como para sus propios aficionados.
Hace años que la identidad del equipo se perdió, y quien sabe cuando se volverá a recuperar.