Morelia/Héctor Tapia
Los potenciales bloqueos carreteros provocan un cambio repentino de planes. La salida del equipo de prensa de Morelia rumbo a Lázaro Cárdenas, para cubrir la visita del Presidente Enrique Peña Nieto, no será a las 6 de la mañana, sino dos horas antes.
Son las 4 de la mañana. Las abandonadas y solitarias calles de la capital michoacana estaban húmedas por la lluvia que durante la noche anterior, horas antes, había refrescado la ciudad.
Reporteros escritos, fotógrafos, de radio, televisión, todos acomodados en las vagonetas; cada uno en su lugar.
La urgencia por partir era, quizá, más por agarrar camino y aprovechar la silenciosa carretera por la madrugada para “echar una getita”, dormir un poco más.
En la tercera vagoneta, jóvenes reporteros, hombres y mujeres, en su mayoría fotógrafos. Luz apagada. Por las ventanas, sólo entraban destellos de las luces de los autos que se encontraban en el camino.
Al iniciar el trayecto unas cuantas bromas rompieron el hielo. Media hora más tarde, todos en silencio; unos revisando sus cuentas en sus teléfonos móviles, otros observando por las ventanas.
Nadie podría imaginarse que la música Red Hot Chilli Pepers podría arrullar, pero en volumen moderado, con un posterior compendio de rock variado sirvió para que todos, en algún momento, cayeran rendidos.
8:00 horas
Si vas de Morelia a Lázaro Cárdenas por la autopista, y llegas a la caseta de cobro de Feliciano, sabes que prácticamente estás en la ciudad portuaria, dicen los que viajan constantemente por la Autopista Siglo XXI.
Cuatro horas después de trayecto, y las nalgas adoloridas, un Lázaro Cárdenas inconfundible. Una ciudad sin aparente orden y ni pretensiones.
Sin escalas, directo hasta el recinto portuario. Ahí a donde llegan los buques cargados de contenedores, minerales o autos.
El primer puesto de vigilancia, la Policía Federal, en varias camionetas, aguardaba. Había amenaza previa de manifestaciones y protestas por parte de organizaciones sociales de cara a la visita del mandatario mexicano. Por eso la salida más temprano, para evitar un eventual bloqueo y pasar directo al recinto portuario.
Dado que se adelantó el viaje, lo único que pasó fue que aumentó más la espera para entrar a la zona donde se iba a realizar el evento presidencial.
Primero un ligerísimo desayuno para la prensa; un lonche para atarantar el hambre que comienza a dar justo por la mañana. Le siguen tres horas sentados en el Malecón de la Cultura y las Artes; unos en una jardinera, otros en las bancas. El ánimo de fotografiar de unos se pasa inmediatamente después de recordar que aún quedan varias horas para entrar al evento. Unos se recuestan, unos se sientan en el suelo. Algunos comparten cigarros, fuman, bromean. El calor y la asciende.
11:00 horas
Incómodos, estar sentados ya no basta. Los camiones comienzan a llenarse de invitados, mismos que salen sin permitir el acceso a la prensa. Ellos, los invitados, frescos, sonrientes, van llegando, entran.
Los reporteros siguen esperando la autorización de entrada y el autobús que les llevará hasta la Terminal Especializada de Contenedores, donde el presidente Peña Nieto encabezará el evento. Algunos siguen fumando. “¿Por qué se decidió llegar tan temprano?”, brota por fin la pregunta. Pronto se disuelve. Ya no importa.
El calor comienza a ser más sofocante, casi insoportable. El sudor cubre el rostro de varios de ellos. Otros con carpetas, hojas, libretas, se echan aire para hacer más soportable la espera. No se ve que avance.
11:30 horas
Comunicación Social del gobierno de la república y del gobierno del estado sacan sus listas. Las calcomanías naranjas para la prensa comienzan a entregarse. “En un lugar visible por favor”, dice uno de ellos, al referirse al lugar donde uno se debe pegar el distintivo. Cambia el rostro de los periodistas. Eso inyecta ánimo. El acceso parece ser pronto. La plática y las bromas continúan, pero no llega el autobús. No todavía.
12:00 horas
Llega la indicación: “hagan fila”. Rápidamente todos comienzan a ocupar un lugar para subir lo más pronto posible al camión, sentarse y tener algo de sombra.
¡Por fin!, 20 minutos después es momento de abordar. Entre el chacoteo y apretones, los periodistas suben, se sientan. Otro tanto que ya no quiere esperar otro camión, se sube. Parados, qué importa.
12:20 horas
El camión pasa por filas de contenedores que están apilados. Unos que no había visitado el puerto fotografían todo, cada ángulo de la terminal del puerto “más importante de América Latina”, dicen los funcionarios y políticos.
Otros, ya no se sorprenden tanto, buscan fuentes qué entrevistar. Si alguno ve a alguien interesante dice el nombre, lo ubica, se acerca; otros le siguen. De pronto un puñado de periodistas están alrededor de ese personaje, le cuestionan. “Dame chance”, dicen unos queriendo meter su grabadora o micrófono a la entrevista.
12:40 horas
Hora de entrar. “!Los gráficos por acá!”, dice el personal del Estado Mayor Presidencial y Comunicación Social. El último puesto de revisión. Sacar todos los objetos metálicos, “nada de armas por favor”, ponerlos en una charola, pasar por el detector de metales. Ahora sí, al espacio donde será el evento. Es en el muelle, a escasos 15 metros de la orilla.
Prensa escrita en un área específica, sentados. Prensa gráfica, en una especie de corral escalonado para “poder realizar el trabajo”. “Una vez que llegue el Presidente no pueden salir de aquí”, dice personal del Estado Mayor Presidencial, no sugiere, es una orden. Desde ahí se ve todo, cierto, pero algo retirado si no traes buen equipo. Los fotógrafos preparan sus lentes, toman fotos previas, aspectos de color de la visita, los invitados. Llega, por fin, el Presidente Peña Nieto.
Pasa por el camino delimitado por las cercas metálicas, todos se quieren tomar la selfie con el mandatario. Él, accede. Ya son las 13:00 horas. Momento de escuchar los discursos. De escuchar a los altos funcionarios, al gobernador, Salvador Jara, y al presidente, decir, coincidir, y remarcar que Michoacán vive otro momento.
“El estado es más seguro que…”, “se invirtieron 2 mil 500 millones…”, “ha bajado la tasa de secuestros…”, los periodistas graban, apuntan, ponen atención a cada detalle, cada dato, cada frase, en una de ellas está lo que será nota en un momento y les hará el día. Terminan las intervenciones, termina el evento. “¿Viste a Jara?, quería quedar bien con Peña”, dice uno, le secundan varios. Vienen los chascarrillos. “!Vaya!, terminó…”.
Ahora viene de nuevo el viacrucis, esperar que destinen un camión a la prensa para salir. Todos los invitados están amontonados en la terminal, como también entraron en camión, también esperan ser llevados hasta afuera.
Luego de varios camiones que salen ya no importan cargos. Todos quieren salir lo más pronto de ahí. La prensa avanza, se agrupa, espera, caza el siguiente camión. Llega. Se mezclan funcionarios y diversos invitados, todos quieren subir al camión. “No empujen”.
Ya no es el calor el que agobia, ahora es el hambre. Mientras unos comen, otros redactan rápidamente desde sus equipos, otros llaman por teléfono a sus redacciones, otros más descargan fotos y envían. “El presidente aseguró que…”, “así mismo, el gobernador, durante su intervención…”. Hora de regresar. Son cuatro horas de camino, y todavía hay mucho por redactar.