Morelia/Héctor Tenorio
Juliana Villaseñor llegó muy temprano al Congreso, estaba rodeada de sus amigas y amigos de la comunidad LGBTI, saludó a la prensa y prometió que, una vez aprobada la reforma al código familiar, daría entrevistas. Se sentó en primera fila, en la sección de invitados en el segundo piso del Congreso, luciendo su blusa negra y un pantalón de vestir blanco, no traía demasiado maquillaje y sobresalían sus uñas perfectamente pintadas.
A lo largo del desarrollo de la sesión del Congreso, a ella se le vio nerviosa y no dio nunca por hecho que fueran a aprobarse los cambios en el código familiar; y no era para menos, estuvo esperando tanto tiempo que llegara esta fecha… Explicó que la tardanza se debió a que no habían encontrado a las aliadas adecuadas, “ahora quien encabeza la lucha son las diputadas Nayely Pedraza Huerta, Eloísa Berber Zermeño (ambas del Puerto de Lázaro Cárdenas) y Yarabí Ávila González”.
Villaseñor destacó que los cambios al código familiar son positivos para las y los transexuales, ya que les dará derechos y disminuirá la discriminación que recibe este sector de la sociedad. “Se nos reconocerá legalmente y esto ayudará a combatir la transfobia”.
Abajo, en el pleno, se desechaba el orden del día, la diputada perredista Nayeli Pedraza Huerta, lució un vestido amarillo, como para remarca su militancia. La prensa quería oír sus palabras; esta vez nadie la cuestionó como en anteriores ocasiones. Pidió no cantar victoria, porque una vez aprobadas las modificaciones al código familiar, los diputados tendrán que acompañar a la comunidad transexual para que se dé cumplimiento “y así ellas puedan tramitar sus actas de nacimiento”.
Mientras que, en el segundo piso, a medida que la oriunda del puerto de Lázaro Cárdenas iba contado su vida, se fue relajando. Viajó en el tiempo y en el espacio hasta la época que tenía entre 12 y 13 años cuando, jugando con sus compañeras y cómplices de la infancia, pudo probarse su primer vestido “la sensación que tuve fue: ‘este es mi vestido, esta es mi ropa, esta soy yo’”.
Dos años después, se armó de valor y le confesó a su familia su preferencia sexual, sus padres no le aplaudieron, y le contestaron que ya lo esperaban: “Siempre he tenido el apoyo y respeto de mi familia, que me adora”.
Entonces, inició un tratamiento hormonal, su corta edad le ayudó, «ya que el cuerpo del hombre no se termina de desarrollar; se van quitando los rasgos masculinos, el vello facial, se hace un poco más fácil moldear la figura femenina”.
Advirtió que, si no se hace con la supervisión de un endocrinólogo, la hominización puede dañar el hígado y provocar la muerte.
A los 17 años se hizo la cirugía del busto, junto con la de nariz, la cual tuvo que autorizar su mamá, porque Juliana era menor de edad.
Desde su punto de vista, ella no nació en un cuerpo equivocado, ya que se siente muy a gusto con “la transición” que emprendió. “Toda mi vida me he inclinado y me sentido mujer”, remató, “yo soy una mujer”, puntualizó que no se ha hecho tanta cirugía, “sólo falto un pequeño ajuste para poderme realizar completamente como mujer”.
Sin embargo, no todo ha sido miel sobre hojuelas, el reto para ella es romper el estigma que tiene la sociedad sobre los transexuales. A lo largo de su periplo laboral fue insultada y le cerraron puertas, la subestimaron y quisieron orillarla a que se dedicara a la prostitución: “Como mujer luchadora que soy, me negué a prostituirme. Ser mujer transexual no implica doblegarte ante la sociedad”.
Aceptó que se ha desarrollado en una sociedad “mocha y machista”, y algunas mujeres tienen recelo y odio de “las mujeres como nosotras”. Reconoció que la comunidad transexual es agredida con palabras muy ofensivas: “A algunas le ha afectado tanto que han llegado al suicidio”.
Con cierta tristeza en su rostro, habló de los asesinatos de transexuales en el Estado de México y en la Ciudad de México, dijo que en la capital del país se conocen más casos porque las transexuales que radican allá están más organizadas y le dan un seguimiento a las denuncias penales, “hay que tener valor para darle seguimiento a todo esto”.
Contó que sus amigas transexuales son poliglotas, otras son licenciadas en Comunicación, en Derecho. Ella misma es licenciada en Imagen, estudió cuatro años para lograr titularse. Anunció que el próximo año retomará su vida en las aulas y espera estudiar criminología: “Me parece muy interesante, y el día mañana puedo usar ese conocimiento con una compañera”
Por fin, en el pleno del Congreso se discutió la reforma al código familiar, la diputada priísta Rosa María De la Torre Torres, subió a la tribuna y justifico su voto a favor: “Qué bueno que los diputados volteamos a ver a este sector de la sociedad y darle identidad jurídica”.
Luego, desde su curul, volvió a intervenir para proponer que el cambio de identidad sea informado a todas las dependencias del estado. La intención de la diputada fue subsanar una laguna legal y así evitar que quienes cambien de identidad no lo hagan para huir de la ley.
El diputado panista Héctor Gómez subió a la tribuna y respaldó la idea de la diputada Rosa María De la Torre, “ese era nuestro temor, en Acción Nacional (PAN) apoyamos la diversidad”.
Sin embargo, la diputada panista Alma Mireya González Sánchez fue la única que votó en contra y su compañero de bancada, Eduardo Chavira, no tuvo el valor de aceptarse como un conservador y se abstuvo.
22 votos fueron a favor y desde la tribuna del Congreso, Juliana Villaseñor ondeó la bandera de la comunidad LGBTI, y los aplausos retumbaron tan fuerte, que su eco se escuchó hasta la Catedral Moreliana.