Morelia/Rafael Morfín
Se empezaba sentir la tensión por la hora, a unas cuadras se vislumbraban ya jóvenes de vestimenta propia de un guerrero estudiantil listo para unirse a un movimiento, su playera de color obscuro, su paliacate, gorra o algo que le cubriera el rostro, mujeres portaban palos, cadenas y pancartas.
Algunos chavos comentaban sobre sus días pesados de escuela, y aceleraban el paso pues “ya es hora, ya van a salir”, casi no hay carros alrededor y los tumultos de gente son cada vez más constantes, llegamos hacia la calle principal de ciudad universitaria y se comienzan a leer mensajes sobre el 2 de octubre “no se olvida”.
Se forman los últimos en llegar y se organizan para tomar rumbo hacia la calle de Cuautla, que los conducirá hacia el corazón del centro histórico, los miles de estudiantes pertenecientes a las 13 casas del estudiante y escuelas normales unidas a la causa, recibieron en papel las consignas a expresar en su recorrido.
«Porque somos nicolitas ¡si señor!
Y salimos a las calles ¡si señor!
Apoyamos al obrero ¡si señor!
Y también al campesino….»
De pronto los cánticos y gritos se interrumpían para abuchear y gritar a motociclistas y personas que interrumpían su paso, así como a los estudiantes que por descuido se salían de las filas y se quedaban atrás. En grandes mantas se observaban imágenes de sus tradicionales ídolos como es el Che Guevara.
“Cuando el pueblo se levante
Por pan, libertad y tierra
Temblaran los poderosos
Desde la costa hasta la sierra.”
Seguidos por camarógrafos y fotógrafos levantaban la voz para resaltar su espíritu de lucha “por la libertad y el bien común”, además de cantar frases alusivas al repudio que viven por gobernantes y líderes «incómodos” para sus ideales.
Se dirigían ya los grupos “revolucionarios” hacia palacio de gobierno y se empezó a escuchar que seguirían su camino hasta Las Tarascas para luego regresar a donde los esperaban aproximadamente 15 autobuses, algunos de uso particular de la casa Vasco de Quiroga y otros de línea, Purépechas, Parikuni etc.
En su paso por el “palacio de gobierno, desde una tarima los recibían jóvenes que desde el micrófono les daban la bienvenida, ahí se detenían momentáneamente para que los identificaran los compañeros y posar para alguna foto y salir corriendo hacia la fuente de las tarascas.
Se observaban puestos de comida, aguas frescas, frituras y diversos productos que atraían la atención de los visitantes, así como para matar el hambre de estudiantes y prensa que esperaban el arribo de las casas estudiantiles.
Finalmente fueron retornando los estudiantes, les aplaudían y contestaban las consignan desde el micrófono, finalmente ya no cabía un alma más en la avenida Madero, tenían que dejar solo el espacio necesario para depositar sus pancartas y lonas y apretujarse en el tumulto de quienes no perdían detalle, de quienes recordaban los acontecimientos violentos de la matanza de Tlatelolco y la más reciente desaparición de 43 estudiantes de Ayotzinapa.
Luego de recobrar el aliento, presentaron a Rodolfo Avellaneda, uno de los sobrevivientes de aquel 2 de octubre de 1968 en la plaza de las tres culturas en la ciudad de México, quien dio una reseña de aquel día y recordó melancólicamente como logró sobrevivir a tan barbárico ataque a estudiantes.