URBANÓPOLIS | ANÁLISIS
El pasado 18 de abril se conmemoró el Día Internacional de los Monumentos y Sitios, proclamado desde 1984 por el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) y la UNESCO, con el objetivo de sensibilizar y dar a conocer la riqueza de la Humanidad en cuanto a patrimonios históricos, para fomentar su conservación y protección. Para el caso particular de Morelia, lo anterior adquiere una dimensión significativa, toda vez que, a partir del concepto de patrimonio se ha modificado la estructura urbana de la ciudad, principalmente a partir del denominado Centro Histórico.
En un inicio la preocupación por la conservación del patrimonio edificado la conservación de edificaciones relevantes y de carácter excepcional, lo que dio origen a preservar una muestra “representativa” del esplendor de cada época. Así, hoy en día, es factible identificar en las zonas centrales de todas las ciudades del país un crisol de estilos arquitectónicos, que van, en el mejor de los casos, de modestas edificaciones del siglo XVI, suntuosos palacios del XVIII y XIX a edificios que evidencian el paso de la modernidad y las aspiraciones propias de la mitad del siglo XX.
Posteriormente, el concepto patrimonial enfatizó su carácter de testimonio cultural y se consideró necesario incluir en las acciones de conservación a aquellas edificaciones que aún y cuando no fueran monumentales, resultaban esenciales para comprender una época en el desarrollo de la ciudad. Así las cosas, la disciplina de la Restauración transitó de la escala del inmueble al de zona de monumentos; en el caso de Morelia, se decretó en 1990.
Para este momento, los Centros Urbanos en general, y Morelia no es fue la excepción, se encontraban en un deterioro progresivo, toda vez que la relocalización de los propietarios originales, que en su mayoría eran de altos ingresos económicos en las colonias, propició una reorientación de la inversión pública fuera de los centros. El desinterés surgido por los centros urbanos llevó a considerarlos nodos conflictivos, lo cual quedó evidenciado claramente con el libramiento vial o circuitos periféricos que garantizaban la integración de las nuevas áreas de crecimiento sin tener que circular por los Centros Urbanos.
El cambio en los patrones de movilidad de la población y la progresiva construcción de colonias y fraccionamientos demandó la conformación de zonas comerciales y de servicios, que estratégicamente localizadas, pudieran cubrir las necesidades de la población, a fin de que no se trasladara al centro. Situación que agudizó la problemática de los centros urbanos, al verse marginados del consumo de buena parte de la población, llegando a finales de la década de 1980 y se caracterizó por el deterioro en las edificaciones, la proliferación de comercio informal, hacinamiento, así como de viviendas en vecindad, inseguridad y otros tantos factores que propiciaron un agudo deterioro en la calidad del ambiente urbano.
Otra característica de los Centro Urbanos lo constituía el patrimonio edificado que los caracteriza, y que en términos del potencial turístico constituyó un valioso recurso para ser incorporados a una dinámica turística. Este fenómeno en México queda por demás evidente con la inscripción de centros y conjuntos históricos en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. El caso de Morelia, su inscripción en esta lista se da en 1991 y a partir entonces, el número de visitantes se ha incrementado en forma notable.
En este contexto, debe subrayarse que se comenzó a privilegiar la centralidad de carácter histórico en detrimento de los demás componentes de centralidad comercial, administrativa, cívica, financiera, educativa, etc. que en conjunto conformaban el carácter urbano del centro.
Este cambio no es sólo semántico, sino que dio origen un nuevo elemento dentro de la estructura urbana hasta entonces desconocido el Centro Histórico, que si bien, se encontraba incluido en la centralidad urbana, como factor independiente, ha implicado reubicar equipamientos como central camionera y oficinas administrativas, en aras de privilegiar su perfil patrimonial y hacer factible su vocación turística.
Son innegables los beneficios que ha traído a la economía de la ciudad el posicionamiento que en términos turísticos ha tenido Morelia como destino nacional e internacional. Por esta razón, hoy es propicio recordar que una condición fundamental fue la total coordinación entre el Gobierno Municipal encabezado por el Mtro. Salvador Galván Infante y el Gobierno Estatal, presidido por el Lic. Víctor Manuel Tinoco Rubí, para sumar esfuerzos y lograr lo que por muchos años se consideró impensable: la reubicación del comercio informal que ocupaba plazas, jardines, aceras y calles.
Dicho sea de paso, el ejemplo de coordinación logrado para el Centro Histórico es lo que Morelia requiere para superar muchos de los retos actuales en diferentes zonas de la ciudad. Al final del día, los gobernantes, se haya votado o no por ellos, deben de gobernar para todos los ciudadanos y no anteponiendo los intereses de sus partidos políticos. El ejemplo del Centro Histórico debería de permitir, bajo condiciones muy específicas y particulares de cada zona de la ciudad, instrumentar acciones de coordinación tendientes a una mejora integral y así mejorar la calidad de vida de los habitantes, con el mismo interés que se ha demostrado por los visitantes y turistas.