Morelia, Mich. | Acueducto Online/ Jaqueline Espinoza.- Desde hace más de treinta años, Apolonio Cervantes cuida y lava autos en el centro histórico de Morelia; su trabajo le ha permitido solventar sus gastos, pero sobre todo cuidar a su hijo discapacitado.
El carismático hombre es originario de Ciudad Hidalgo, en donde vivía con sus padres que con esfuerzos pudieron darle estudios por algunos años.
Su niñez no fue muy distinta a la de otros pequeños que veía a su alrededor, iba a la escuela y jugaba como cualquiera.
Al llegar a la adolescencia, 14 o 15 años, decidió comenzar a trabajar, viajaba por largas horas llevando y descargando leña y madera a distintos municipios y estados.
Fue entonces que decidió dejar la escuela, pues como él lo expresa, le gustó más el dinero que en ese momento podía ganar que el estudio.
Al poco tiempo y con la esperanza de encontrar mejores oportunidades, decidió arribar a la ciudad donde vive actualmente, Morelia.
«Pues uno le busca a la vida, porque dice bueno, me voy para Morelia a buscar la vida más que nada; llegué aquí a Morelia tenía como unos 22 años, de hecho, me busqué una mujer de aquí, pero pues no funcionó» dijo mientras colocaba su trapo en su hombro.
La ilusión de una familia, esa que lo llenara de amor, lo hizo amar a una moreliana con quien tuvo 3 hijos, una mujer y dos hombres.
Uno de ellos, el que actualmente trabaja con él y siempre ha estado a su lado, tiene discapacidad en el habla y poca retención de información para aprender cosas complejas.
Es por esto, que no puede buscar otro empleo ya que a su hijo no lo contratarían e implicaría tener que dejarlo solo en su hogar valiéndose por él mismo, cosa que no puede hacer.
«Sí más que nada ahorita ya sabe todo, aquí lo estoy vigilando y pues ya ahí andamos, porque se imagina, yo me voy a otro trabajo ¿y él? ¿cómo le va hacer? ya está grande, lo tendría nada más en la pura casa, aquí se gana un cinquito, él se lava sus carros yo los míos», dijo Apolonio.
El señor, quién puede pasar horas sentado en su cubeta esperando un cliente, pero siempre con una sonrisa en el rostro, se separó de la madre de sus hijos ya que su relación no se consolidó para seguir unidos.
Aunque está atado a su actual empleo, por mantenerse al tanto de su hijo de 29 años, él ama lo que hace pues ya se volvió parte de su rutina y sustento.
«Este trabajo es honesto, honrado, llevo aproximadamente 30 años en este trabajo y es que como uno ya está avanzado de edad también ya no lo ocupan en las empresas, no sale mucha feria, pero gracias a dios no nos quejamos» expresó Apolonio.
En sus largos años como lava coches, ha tenido que ir al Ayuntamiento a pedir tolerancias para que no lo retiren de su espacio, aunque ya ha llegado a caer en barandillas cuando alguna autoridad decide removerlos.
El respeto hacia él y su trabajo está presente en la mayoría de sus clientes, pero como Apolonio cuenta, hay quienes van de mal humor o no quieren dar propina y después se quejan por algún altercado en su auto.
Algunos de los que le han sucedido, lo menciona con una sonrisa tímida en la cara, son los rayones que le llegan a dar coches en movimiento a los que se encuentran estacionados en su zona.
Al no haber aceptado que él mantuviera observado el coche, no tiene por qué hacerse responsable de lo sucedido o de no haber capturado las placas del responsable.
Con varios pros y contras, se levanta todos los días para llegar a las 7 de la mañana a su trabajo en la espera de que durante el día haya flujo de coches y personas dispuestas a darle 15 o 20 pesos por su servicio.
«Yo aquí estoy muy a gusto porque me conocen de años, aquí en el Centro todos me conocen, nunca he tenido una queja de nada, se van contentos», finalizó Apolonio con una sonrisa.