«Mi mayor venganza será que todos seamos felices»: Kenya Cuevas

Desde entonces su lucha ha sido constante y lo que en algún momento pareció la historia de una desgracia, se ha convertido en el emblema de una lucha que se puede ganar, como ella misma lo afirma, al hablar de uno de los logros más significativos: la promulgación de la Ley Paola Buenrostro, que tipifica el delito de transfeminicidio en la ciudad de México.

(Foto | Especial)
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Morelia, Mich. | Acueducto Online.-Situación de calle, insalubridad, prostitución, drogadicción, enfermedad y prisión componen el azaroso camino de la vida de Kenya, todo bajo una constante, la violación sistemática de sus derechos humanos por un Estado que discrimina a quienes, de acuerdo a los cánones establecidos por la sociedad, “son diferentes”.

Así lo narra Kenya Cuevas, fundadora y directora general de la asociación civil La Casa de las Muñecas Tiresias, en su participación en el inicio de la campaña «Cuídate, cuídame», implementada por la Comisión Estatal de los Derechos Humanos (CEDH), en el marco del Día Mundual contra la Trata de Personas.

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Kenya, activista actualmente, se ha convertido en defensora de los derechos humanos de las personas transgénero, ante la ausencia de órganos gubernamentales especializados que atiendan a este sector de la población.

La discriminación hacia las personas trans es un problema estructural de los seres humanos, que no tiene que ver con las leyes, sino que tiene que ver con la forma en la que concebimos el mundo y en cómo normalizamos las violencias, por lo que la figura de seres humanos como Kenya nos ayudan a saber cómo responder a los retos de esta sociedad tan diversa y tan necesitada de lazos de paz.

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De esta manera, narró detalladamente su experiencia de vida misma que, dijo, desde un principio se desarrolló en un entorno de violencia y discriminación, además de afrontar a temprana edad a la disfonía de género, lo que provocó un estado de confusión, sobre todo ante la incomprensión, no sólo de la sociedad, sino de su propia familia, lo que la llevó a quedarse sola a sus 9 años de edad.

Luego, la activista pone al descubierto el sistema de justicia del Estado, al describir sus años en la cárcel.

En contraste, es ahí donde decide transformar su frustración en cooperación y, sin saberlo, dice, inicia su tránsito al activismo social, abogando por las personas trans privadas de su libertad y confinadas al “dormitorio 10”, reservado para portadoras del VIH, donde vio morir por lo menos a 200 personas en sus brazos.

Una vez liberada, Kenya decidió dedicarse a defender los derechos de las personas trabajadoras sexuales. Inició una intensa campaña de prevención de enfermedades de transmisión sexual entre la comunidad trans y abrió brecha para que la comunidad obtuviera documentos de identidad y logró que las autoridades de salud establecieran clínicas de atención a la comunidad LGBT.

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Desde entonces su lucha ha sido constante y lo que en algún momento pareció la historia de una desgracia, se ha convertido en el emblema de una lucha que se puede ganar, como ella misma lo afirma, al hablar de uno de los logros más significativos: la promulgación de la Ley Paola Buenrostro, que tipifica el delito de transfeminicidio en la ciudad de México.

La activista concluyó la narración de su historia de vida con una frase contundente: “Mi mayor venganza será que todxs seamos felices”.