Morelia/Constanza Huzano
Los maestros tomaron los puestos que se les indicaron. Desde Casa de gobierno hasta el zoológico estaban esperando a que les dieran sus lugares en el contingente. Maestros de la CNTE marchaban por sus sueldos atrasados, apoyo del gobierno que hasta estos días aseguran que no se les ha dado, y por el rechazo a la Reforma educativa.
En casa de gobierno avanzaban con paso lento. Era la mitad de toda la compañía que llegó a participar. Nadie gritaba, nadie parecía indignado, molesto ni enardecido. Avanzaban con una sombrilla en una mano y celular en la otra, y sus miradas clavadas en éstos, no al frente.
Nadie gritaba, excepto de los hombres y mujeres que vendían sombrillas para el sol, paletas de hielo para el calor. En ellos se veía el coraje, las ganas y la convicción. Los maestros tardaron varios, mucho minutos a que alguien encendiera el acontecimiento, sin embargo nadie se atrevía a ser el primero.
Se compartían unos a otros las novedades de los primeros días de clases, sus prematuras quejas y también de las viejas. Hablaban de “sus niños”, sus directivos, y sus asunto personales.
Más adelante el calor de la energía de los docentes reemplazaba al del sol. De los municipios del estado eran los maestros quienes levantaban el puño izquierdo. Era adelante donde las consignar sonaba y tenían eco; era el eco de las voces de los maestros.
Chiflaban y abucheaban a las imágenes que se presentaron de Donald Trump y Enrique Peña Nieto como su títere. Jugaban y se mofaban de la representación.
Sin embargo, más adelante, comenzó a llamarme la atención el por qué se tapaban el rostro cuando uno sacaba la cámara, ¿estaban haciendo algo malo acaso? Las maestras de la Sec. Fed. No. 5 “Héroes de Chapultepec” perdieron el control y me atacaron, primero verbalmente, llamándome tonta, mocosa, exigiendo mi nombre y mi identificación. Me acecharon como hienas, primero una, dos, después ocho… Maestras y maestros.
Después fueron agresiones físicas, me jalonearon y rompieron mi camisa. Jalaron mi estuche y quisieron arrebatarme mi cámara. Un grupo de maestras, no quisieron dejarme explicarles que el apoyo a la coordinadora ha sido constante y ha estado presente desde siempre en la sociedad y que los medios no han buscado perjudicarlos de ninguna manera. Les grité una y otra vez que solo hacía mi trabajo.
Con sus jaloneos me bombardearon con amenazas. “te vamos a golpear” “quítenle la cámara” gritaban sin parar. Grite para que alguien me apoyara pero me tenían sujetada y como pude corrí a una tienda de ropa enfrente de la plaza de Carrillo. Irónicamente me sacaron fotos y videos de la misma manera que se quejaban yo lo hacía. Ponían su cámara muy cerca de mi cara.
Los dueños y trabajadores de la tienda me ayudaron, pero las maestras me siguieron hasta dentro del establecimiento pero no se los permitieron, protestaron por el derecho a la expresión y al trabajo periodístico. “Te vamos a investigar” ladraron.
Agradecí el apoyo de los agentes externo y seguí. Seguí a la manifestación hasta palacio de gobierno. Los demás maestros no me regañaron ni se molestaron, sonreían y mostraban sus pancartas, seguían gritando consignas. Algunos que llegaron con sus hijos los invitaban a salir en fotografías y saludaban con la cortesía que hasta antes del incidente había recibido.
El mitin se concentró en la avenida madero, entre catedral y palacio de gobierno. Se hicieron presentes y se fueron acumulando maestros y maestras a quienes siguen sin pagarles el sueldo, quien han sido víctimas de abuso y humillaciones. Personas que se han comprometido en la formación de los niños y niñas de este país y que no han recibido apoyo de la misma manera de vuelta. Y aquí están, queriendo hacerse escuchar…