Los dulces pasillos (Fotogalería)

Héctor Tapia
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Morelia/Héctor Tapia

“Mamá quiero ese”, dice señalando al montículo de dulces el niño que va pasando por lo que bien podría ser el paraíso de los niños: el mercado de artesanías y de dulces de la capital del estado.

Sin embargo son pocos los niños los que curiosean entre los dulces de leche, ates, cajeta y las palanquetas. Lo hacen más los adultos que pasan, se detienen y observan.

En los puestos que están distribuidos en los reducidos pasillos se exhiben desde dulces hasta guitarras, o ropas hechas a mano (no todas).

Turistas extranjeros se acercan, miran las artesanías. Toman las guitarras, le dan la vuelta con la mano. Meticulosamente revisan cada parte del instrumento, preguntan precios. Siguen caminando.

“Pásele joven… Pregunte sin compromiso…” dicen las encargadas de los puestos donde también hay licores preparados artesanalmente. Hay mezcal, charanda con nombres que arrancan carcajadas.

Los curiosos pasan, preguntan precios de los ates, los dulces de coco, las frutas deshidratadas enchiladas que hacen agua la boca.

Hay alegrías, palanquetas de cacahuate, de semillas con miel. El aroma dulce inunda los pasillos adornados con ganchos donde cuelgan atuendos tejidos a mano, playeras alusivas a Morelia.

Hay estantes donde los recuerdos de la capital se apilan y que esperan ser llevados a otras partes para dejar constancia de la visita a la ciudad de la cantera rosa.

Los niños no son los únicos que pasan comiendo dulces, en su mayoría los paseantes son adultos. Salen del mercado de dulces con bolsas negras en las manos. Uno que otro sale saboreando uno de los dulces comprados.