Morelia, Mich. | Montserrat Herrera/Acueducto Online.- Unas pequeñas carpas, justo al lado del Templo de San Francisco, se adecuaron para ser un punto de venta de artesanos y, en él, se encontraba Leticia, quién bordaba sin mirar quién recorría los pasillos.
Alrededor de prendas como blusas, zapatos, carteras, fundas de cojín, etcétera, Leticia se encontraba concentrada, bordando con muchos colores el dibujo que, previamente, tenía marcado con lapicero.
Leticia me contó que el negocio de la venta de objetos bordados no nació de ella, sino que este arte viene de generaciones atrás, comenzando por su abuela, quién bordaba muñecos más grandes en Tzintzuntzan, Michoacán.
Sus tías fueron las primeras en comenzar a vender, pues a su abuela no le gustaba tanto salir, así que crearon «Bordados de Santa Cruz Tzintzuntzan».
-¿A usted quién le enseñó a bordar?
-De mi mamá, ella fue la que me enseñó…
-¿Y qué le gusta más? ¿Hacer los dibujos o bordar?
-¡Bordar! – dijo sonriendo. – Eso es lo que le encanta…
Para poder crear sus bordados, primero dibuja la silueta en la tela para poder guiarse y, de a poco, llena de colores cada una de las figuras.
Ella dibuja pequeñas casitas con gente alrededor simulando las cosechas, fiestas, hasta el lago de Cuitzeo…
Los precios de sus piezas van de 120 hasta los 2,000 pesos mexicanos pero, algunas veces, la gente llega a regatearle su trabajo.
«Claro, sí me han regateado, pero hay algunos que sí aprecian el valor de lo que hago»…