Pie de Foto | Columna
En “La sociedad de la nieve”, una de las cintas más consumidas en Netflix esta temporada, narran una de las historias de supervivencia más dramáticas, demoledoras y polémicas que han existido en el mundo: los pasajeros de un avión accidentado terminan por comerse los cuerpos de sus compañeros muertos para resistir en las heladas montañas de Los Andes, allá en 1972.
Algo así pasa en la política en este 2024.
La helada configuración de fuerzas que amenaza con apagar al Partido de la Revolución Democrática (PRD) a nivel nacional, hace a sus ya escazas figuras devorarse a sí mismas para seguir respirando, para mantenerse vivos.
El canibalismo estalló el pasado 19 de enero cuando, su piloto en el país, Jesús Zambrano, anunció el resultado de la encuesta para definir a la candidata al Senado en Michoacán, en la figura de Araceli Saucedo, actual presidenta municipal de Salvador Escalante, invicta en procesos electorales – aunque en uno de ellos, una quema de urnas en Lagunillas casi le arrebata el triunfo -, y vinculada al equipo político del Fiscal estatal, y aún perredista, Adrián López Solís.
Esa maniobra, en automático, puso en picada, despistó, al grupo político del exgobernador Silvano Aureoles, el cual impulsaba para esa postulación a la diputada federal Edna Díaz, quien, en ese ir y venir de las negociones, aún tiene posibilidad de aparecer en las boletas electorales para competir por el distrito de Pátzcuaro.
La rebelión reactivó la genética perredista, de tomar instalaciones y tapizar de pancartas. Tres días y dos noches mantuvieron secuestrada la sede estatal del partido para arreciar su queja ante la presunta imposición y, desde esa trinchera, presionar por espacios, incluido el distrito federal de Zacapu y el primer lugar para Aureoles en la lista plurinominal de la quinta circunscripción.
El senador Antonio García, hermano del exgobernador, difundió fotografías desde la sede partidista con cartulinas a mano alzada: “Zambrano, ojete, Michoacán no es tu juguete”, “Ratero y traidor”, “Zambrano dictador, hijo de Obrador”. Mensajes similares dispararon Juan Bernardo Corona, exlíder estatal del PRD y exsecretario de Seguridad Pública del Estado, y la consejera política nacional Minerva Bautista.
Desde las redes sociales, Aureoles llamó “traidorzuelo” a Octavio Ocampo, a quien, en el pasado, llegó a elogiar públicamente cuando el actual líder estatal perredista gobernaba Tuzantla y debía sacudirse al grupo criminal en turno que, a finales de 2015 y principios del 2016, asediaba con extorsiones y amenazas al Ayuntamiento.
Su hermano elevó el tono: ante supuestos amagos de iniciar carpetas de investigación contra los perredistas rebeldes, Toño García les advirtió a los de enfrente, que no a los del Frente, “que no anden chingando con eso”.
Para algunos, la revolución del silvanismo tiene una motivación: es la tribu que podría acarrear los votos que, en una suerte de milagro, darían al PRD la posibilidad de salvar el registro nacional, es decir, evitar su extinción en el mapa político nacional e impulsar el relanzamiento de la marca fundada en 1989 por Cuauhtémoc Cárdenas. Para otros, es todo, menos eso.
Sea cual sea la motivación, el frío y la caída en medio de la nada, calan profundo en un sector del perredismo.
La exigencia para que renuncien los dirigentes nacional y estatal lo retratan los demandantes como un auténtico SOS. La luna de miel que unos y otros habían tenido al calor de la “unidad” para enfrentar a Morena y negociar ante los partidos del Frente, se agotó. Hoy, el instinto de supervivencia los hace comerse unos a otros.
Viven su propia sociedad en la nieve.
Cintillo
El resultado de la encuesta para medir a las aspirantes al Senado, el PRD decidió guardarla en los archivos clasificados. ¿La razón? Quizá por la baja, muy baja puntuación, de las postulantes: Araceli, Julieta, Minerva y Edna, en ese orden.