A esperar otro año, a que “la lluvia nos haga el milagrito y la flor esté más bonita…
Tarímbaro, Mich./Especial
Las ofrendas y tumbas michoacanas no lucirían tan bellas y majestuosas, si no es por lo que los pobladores de la comunidad de El Colegio realizan.
Y es que ellos siembran y “pintan” de amarillo, rojo y blanco los campos alrededor de su comunidad, de la llamada capital mundial del pulque.
Por unos días, las veredas de sus sembradíos se convierten en un ir y venir de camionetas cargadas, todas ellas, con Cempasúchil, mota o nube.
A lo largo del camino, las flores yacen en espera forzada de ser cortadas para rendir tributos a los fieles difuntos en cualquier rincón del territorio michoacano.
Los agricultores de la zona comparten este tipo de siembra con otras de hortalizas y maíz, pues, dicen, que la pura flor “no deja, hay que sembrar de todo por acá”.
Y, a su vez, se quejan de que son más intermediarios los que van y compran a precio bajo para darla “carísima” en los mercados de Morelia u otro lugar.
Mucha gente acude al lugar y llena sus camionetas o carros y compra barato, la minoría son personas que las usan para sus ofrendas y sin fines de comercialización en segundo grado.
Los jornaleros descansan un poco de los rayos de sol, claro, pero, cuando llega un comprador, todos se ponen a cortar, incluyendo niños, mujeres y hasta perros.
Se ponen a cortar y amarrar las flores amarillas y ya, a finales de todos los octubres de todos los años, los campos están casi vacíos.
Las flores son emigradas para colorear las ofrendas de todos los muertos y los agricultores a esperar otro año, a que “la lluvia nos haga el milagrito y la flor esté más bonita”.