Morelia/Samuel Ponce Morales
No fue un extraordinario partido de futbol, pero tampoco pésimo y no exactamente aburrido, tampoco estuvo parejo; en última instancia, el empate hubiera sido justo, más para los visitantes que para los locales.
Monarcas inició anotando, aunque antes de culminar la primera parte el rival, el Atlas, ya estaba emparejando el marcador, 1-1. La afición del equipo local apenas cubrió un poco menos de las tres cuartas partes del estadio Morelos.
En la parte complementaria de un juego a veces ríspido, a veces atorado en media cancha, el visitante tuvo más ofensiva que su enemigo, aunque a veces las escasas llegadas del Monarcas causaban inquietud.
El empate parecía estar destinado a situar el partido, el tiempo rebasada ya los 84 de los 90 minutos reglamentarios; era el momento en que decenas de conformistas iniciaron el éxodo del llamado coloso del Quinceo.
Atrás iban quedando las imágenes del par de anotaciones, la del chileno Rodrigo Millar, de Monarcas, y la de un polémico penal, concretizado por Daniel Arriola, del Atlas, y hasta la expulsión del local Daniel Arreola.
Solo que los nada discretos huidizos no contaban con ese instante de segundos de genialidad del peruano con ascendencia croata Raúl Ruidiaz, quien de una casi perfecta media tijera definió el juego, el inmerecido 2-1.
Y ante esa inminente victoria, a escasos minutos de culminar el partido, casi una veintena de seguidores del Monarcas, sin visa, arribaran lo más cerca posible de la valla que dividía la presencia de sus pares del Atlas.
Desde ahí, solo con la vista expectante de los miembros de seguridad, uniformados y no uniformados, los aficionados locales, mayoritariamente alcoholizados, lanzaron un caudal de injuriaos y hasta cerveza al por menor.
A esas alturas, en una noche futbolísticamente fresca, como pocas, el juego iba y venía sin más, por eso las miradas empezaron a concentrarse en ese punto del Morelos, en donde los aficionados visitantes cayeron en la provocación.
Desde el palco no se descifraban los gritos, pero uno podía intuir mentadas a granel y las numerosas convocatorias a duelos a golpes; la situación parecía interminable y más peligrosa, solo la valla impedía ese frente a frente.
Por fin, los uniformados de azul empezaron a desplegarse, a filtrarse en medio de ambos grupos de iracundos aficionados; dicen que hubo golpeados, dicen que hubo detenidos, lo cierto es que los provocadores fueron los de casa…