La Noche Más Triste

Imagen: Especial
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Morelia/Redacción

La noche del 26 de septiembre, cuando desaparecieron los 43 estudiantes de la Escuela Normal Raúl Isidro Burgos, ubicada en Ayotzinapa, Guerrero, es conocida como La Noche Triste, en torno a este caso la Revista Nexos publicó  una extensa crónica de éste acontecimiento que ha cimbrado al sistema político y de seguridad del país.

A más de cien días de éste acontecimiento las respuestas no han satisfecho a los familiares de los desaparecidos.

A continuación la primera parte del texto publicado por Nexos:

1.

Del 18 al 20 de septiembre, en Amilcingo, a unos cuantos kilómetros de la línea que divide a Morelos y Puebla, hubo un cónclave de normalistas. Representantes de las 16 escuelas normales rurales, aglomeradas bajo la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), se reunieron para planear su participación en las manifestaciones del 2 de octubre en el país. Los normalistas acordaron ir todos juntos a la Ciudad de México. El punto de partida sería la escuela Raúl Isidro Burgos, ubicada en Ayotzinapa, en las afueras de Tixtla. Para moverse en contingente necesitarían transporte en gran cantidad. Los estudiantes de Ayotzinapa prometieron encargarse de ello.

El domingo 21, ya de regreso en Ayotzinapa, los representantes informaron al resto de los alumnos qué era lo que tenían que hacer. Recaudar fondos para el viaje a través del llamado “boteo” –el cual consiste en acudir a otras ciudades, y ya sea tomando casetas de cobro de la carretera, o colocándose a la entrada del lugar, pedir dinero a quien pase por ahí– y retener camiones comerciales. “Se planteó que se necesitarían aproximadamente 25 autobuses”, relata uno de los estudiantes que estuvo presente ese día y el 26 de septiembre en Iguala.

Si uno le pregunta a los normalistas, ellos dicen que firman “cartas de liberación” a los choferes, quienes están con el vehículo hasta que se devuelve días o semanas después.

Si uno le pregunta a las compañías de transporte, ellas hablan de robo, y de maltrato hacia su personal. Algunos choferes respaldan las acusaciones, otros dicen que es la propia compañía que los obliga a permanecer con el autobús para no ser despedidos, y que les pagan poco o nada cuando esto sucede.

Al día siguiente del anuncio, un grupo de estudiantes partió en uno de los autobuses que ya tenía retenido y fue hacia Chilpancingo, a unos 15 minutos de la escuela. En la terminal de Estrella de Oro, por la salida hacia Cuernavaca y el Distrito Federal, se hicieron de dos más, los cuales llevaron de regreso a Tixtla. El día 23 lo volvieron a intentar, pero esta vez la Policía Federal, en operativo en la capital desde meses atrás, los recuperó antes de que pudieran salir de la ciudad. No hubo enfrentamiento, y los estudiantes regresaron a la escuela, aunque no con las manos vacías. La policía les permitió botear.

El 24 no salieron de Ayotzinapa. Los federales, tras el incidente del día anterior, duplicaron los patrullajes por la capital y en la carretera que la une con Tixtla. Los normalistas prefirieron quedarse en la escuela, donde viven a manera de internado, ya que muchos son de regiones y municipios lejanos.

El 25, y con el operativo todavía en marcha, los estudiantes fueron más lejos. Después de terminar las actividades del día en la escuela, tomaron camino a Huitzuco, a poco más de dos horas de Tixtla y a media hora de Iguala. Botearon y consiguieron dos camiones más. A pesar de esto, no llegaban ni a la decena de autobuses y faltaba una semana para el 2 de octubre. En palabras de uno de ellos, “estábamos desesperados”. Decidieron redoblar esfuerzos. La próxima vez saldrían más de 100 alumnos para conseguir los camiones restantes. La gran mayoría de primer año, que no tenían idea de a dónde iban y a qué hora llegarían, pero que participaban en una especie de novatada que condona la dirección de la escuela y que aplican los estudiantes de grados superiores. Los de cuarto año raparon a los de primero –es común que se refieran a ellos como “los pelones”– y los de segundo y tercero se los llevaron para “iniciarlos” oficialmente en la vida de la normal. Así, de la mano de seis estudiantes de segundo año y dos de tercero, de pelo más largo, “los pelones” llegarían a Iguala la tarde del 26 de septiembre. Sólo los ocho alumnos de segundo y tercero sabían con exactitud el plan.

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La crónica completa en el siguiente enlace:

http://www.nexos.com.mx/?p=23809