Esperanza, en honor al maíz…

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Morelia/Julieta Coria

Hay apenas unos minutos de descanso, entre tanta gente que llega al puesto que tiene en el Encuentro de Cocineras Tradicionales. Ese tiempo lo aprovecha para acomodar lo que esté desacomodado en el puesto y beber un poco de agua.

Doña Esperanza, de la región de San Lorenzo, llegó invitada con otras compañeras al Encuentro. Presentarán y venderán la comida que es típica de donde provienen.

De una falta color gris, una blusa rosa con puntos blanco, y un mandil rosa a cuadros, de origen Purépecha, cuenta sobre la elaboración de la ‘atapacua’ mientras se acomoda sobre sus rodillas para empezar a preparar totillas de maíz verde, morado y rojo.

Esperanza no habla muy bien el español, pero su sonrisa lo dice todo. Esperanza está contenta, pese al duro trabajo que desde muy temprano, ha hecho, para venir a Morelia.

Sus manos, arrugadas y llenas de masa, denotan un ligero cansancio, lleva todo el día, preparando el maíz, y “como en un ritual”, hay que saberlo preparar dice, hincada frente a un enorme comal de barro y un petate, contesta las preguntas de todos los curiosos.

Allá en su tierra, dice, lo tradicional es son los quelites, y la atapacua, todo elaborado con lo que ella misma siembra. Es lo que comemos en San Lorenzo”

Dice sonriente que ellos procuran comer lo que ellos mismos cultivan, remarca. “Así me enseñó mi mamá desde pequeña” dice mientras se comienzan a acercar de nuevo al comal en fuego.

No importa, de gesto amable, sigue contando las formas de preparar el maíz. “Mi mamá nos enseñaba cómo, y a ella su mamá”, dice sonriendo amablemente.

“¿A cuánto el los quelites? “ le preguntan.

“A 30”, contesta. Y da la instrucción a su hija que vaya sirviendo las dos raciones que le piden, señala que su mamá les enseñó a no desperdiciar la comida; “todo se come”, le decía.

La gente ahora consume comida “más sencilla” dice, ya no es lo mismo. Pero por eso también se enferman, agrega.

Tiene cuatro hijos, se casó a los 16 años, uno de ellos es mujer y le ayuda en la cocina también, le aprende las recetas, los demás “se fueron pa´el norte” dice tímida.

A ella le gusta hacer tortillas del maíz rojo, “ese es el más bueno” describe la preparación, y agrega, haciendo señas con las manos, como si estuviera también preparándolos, que le gustan también “los nopalitos, tortillas de trigo, o maíz, amortajada en el metate”.

“A mis hijos no les di nunca comida que no fuera sacada de la tierra, de la que sembrábamos”, dice orgullosa; por eso no se enfermaron, remarca, “por eso están sanos”.