Caracas, Venezuela/Héctor Tenorio
A las nueve de la mañana miles de seguidores del gobierno se dieron cita en el parque Morelos, vale la pena aclarar que la movilización se retrasó casi una hora. Poco a poco fueron llegando los trabajadores de las dependencias, quienes se multiplicaron y aparecieron mantas enormes: “Somos pueblo, patriotas y libertadores”. Ahí estuvieron los de Misión Nevada que defienden a los perros de la calle, su manta estaba dirigida para los automovilistas, “no los atropelles”. En la tarima, los músicos no paran, el ánimo está a tope, la gente baila, “te llevare en mi corazón, mi comandante”, las mujeres de la Misión de la Vivienda levantan las manos cuando escuchan esa estrofa de la canción.
Es una fiesta. Un señor de la tercera edad, que solo tiene muñones, llega con sus dos pequeños nietos, mientras un muchacho practica con su saxofón y sus amigos con los tambores, la música para el venezolano es parte de su ser. Los amigos se encuentran y empiezan a discutir el ataque de 19 civiles y un militar al fuerte Paramacay el día de ayer. El gobierno lo consideró un ataque terrorista.
Los fieles al chavismo se sientan a los pies de la estatua del general José María Morelos, que está de pie y luce una capa enorme, el Siervo de la Nación pareciera cobrar vida y mirar a los venezolanos que se encuentran ahí. Quienes tampoco faltaron fueron los ambulantes que hicieron su agosto vendiendo: chupitas (congeladas), helados, refrescos o gorras para el sol a sólo 3 mil bolívares, una ganga. A muchos marchistas no les dio tiempo de desayunar y compraron sus arepas en las móviles (camiones adaptados para vender comida a bajo precio).
Pero no todo fue alegría, Richard Fernández, quien arrastra su pierna derecha, busca que alguien le preste una pluma y una hoja, le urge escribir una carta para el constituyente Diosdado Cabello, que ha llegado y se encuentra en la tarima. Fernández escribió su carta: “Soy un soldado más de la revolución, le pido que me ayude, no tengo trabajo y de mí dependen mis dos hijos. A pesar del problema en mi pierna, puedo trabajar en lo que usted me designe”.
La marcha inició y empezaron a caminar sobre la avenida México, son alrededor de 20 mil personas; la marea roja se volvió a desbordar en Caracas, Diosdado la encabezó y los fotógrafos se pelearon por obtener la imagen, atrás de él viene el sector de los electricistas, algunas mujeres se protegieron del fuerte sol con su paraguas.
El contingente se detuvo frente a la Fiscalía, que está a la altura del parque Carabobo; ahí, los organizadores de la marcha pusieron una tarima, un chavista improvisó un discurso: “La ex fiscal Luisa Ortega debe ser llevada a los tribunales por haber tolerado las más de cien muertes que ha habido en el país desde el 6 de abril”. Los seguidores de Patria Para Todos (PPT), agitan con fuerza sus banderas y gritan “¡justicia, justicia!”, “¡las calles son del pueblo, no de la oligarquía!”. La ex funcionaria ha declarado que es ilegal su destitución.
La avenida México se convierte en la avenida Universidad, que está llena de comercios, ninguno cierra. Los comensales se asomaron y vieron a miles de hombres y mueres defendiendo al presidente Nicolás Maduro.
Cada contingente trae su propia música, se entremezclan los sonidos; hasta adelante se escuchaba: “adelante mi comándate, ¡viva América!”, un señor con bastón avanza lo más rápido que puede. A pesar que es una marcha en defensa de las fuerzas armadas venezolanas, las mujeres lucen unos escotes impresionantes, otros marchistas no pararon de brincar cuando escuchaban alguna canción que les gustaba.
Atrás de ellos, miles de personas de la tercera edad, vinculados a la Milicia Bolivariana, marcharon en bloque y con una disciplina ejemplar. En cambio, algunos marchistas prefirieron hacer compras y se metieron a los comercios.
Casi al final de la marcha, se sumaron los trabajadores de Productora y Distribuidora Venezolana de Alimentos (PDVAL), son miles y van bailando con mucha alegría.
La marcha llegó a la catedral de Caracas, ahí pusieron una pantalla con las imágenes de Hugo Chávez hablando con una pequeña niña, al fondo se montó una tarima enorme. Casi media hora tardó para que llegaran los últimos contingentes, el sol azotó con fuerza a
Diosdado Cabello, quien, desde la tarima, justificó la actuación del gobierno y pidió a los opositores que se unan a la Constituyente, pero les recordó que no habrá más impunidad…