Morelia/Redacción
Por más de 24 horas, Eduardo Zarate Vargas no dejó de trabajar. Los escombros de la capital del país le exigían ayuda; sin parar, con una mano se dedico a recolectar piedras y meterlas al costal, con la otra a impulsar la silla de ruedas.
El sismo del 19 de septiembre del 2017 reabrió una herida en los mexicanos que hace 32 años perdieron a más de diez mil personas. De 7.1 grados en la escala de Ritcher, 12 millones de mexicanos percibieron el movimiento.
En Morelos los edificios cayeron, en Puebla las iglesias cedieron y en la Ciudad de México al menos tres decenas de inmuebles se convirtieron en escombros. Fue ahí, en esta ciudad capital, a donde Eduardo viajaría desde Morelia, Michoacán, apenas después del sismo.
Una de las colonias más afectadas fue Del Valle, donde inmuebles completos se derrumbaron. En uno de ellos se encontraba Fernando, un amigo suyo quien quedó sepultado por lo que antes era su hogar. Ahí, por él, fue Eduardo.
Eduardo narra que llegó a Ciudad de México con algo de víveres recolectados junto a una brigada que se organizó de forma inmediata; los elementos de Protección Civil lo aceptaron como voluntario y no se detuvo hasta rescatar a su amigo, quien afortunadamente se encontraba vivo.
Pero eso no fue el final de su ayuda. Eduardo dejó de lado las limitaciones físicas, y siguió trabajando hasta lograr participar en el rescate de dos personas más.
A casi una semana del sismo, Eduardo ha regresado a Morelia con un esguince en su mano izquiera y el alma entregada en ayudar a los damnificados, de luchar por la reconstrucción de su país, México.
«El país hoy requiere de esta generación que no es el futuro como nos han dicho, sino está generación que somos el presente”, expresó a Excélsior el joven moreliano que hoy es símbolo de lucha y de la solidaridad del pueblo mexicano.