Crónica. Una ciudad caída

Cartón del FEO
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Ciudad de México/Héctor Tenorio

El rostros de la capital del país se transformó al igual que el espíritu de los capitalinos; los centros de acopio se multiplicaron, hay de todo tipo desde los que organizan jóvenes religiosos en el parque de la Bombilla hasta lo que han puesto los funcionarios de las dieciséis delegaciones, todo se vale con tal de ayudar, incluso afuera de los súper mercados un muchacho y su hermana recolectas víveres. Uno encuentra servicio médico gratuitos o centros de comunión y oración, o lo comercios comparten su Wi –Fi, son tiempos difíciles.
El ambiente en las calles de la Ciudad de México es de tensión, resulta complicado volver a la normalidad cuando todavía hay posibilidades de encontrar con vida a personas que quedaron debajo de los escombros.

El servicio del metro es gratuito y no va saturado, hay pocos vendedores ambulantes, uno de ellos ofrece lámparas portátiles “para caso de emergencia”, basta que diga esta palabra para que los pasajeros le pidan una, por si las dudas. Una madre le compró una lamparita color rosa a su niña de ocho años quien orgullosa guardó su regalo en su pequeño bolso.
Afuera del metro División del Norte la situación es compleja, en las bancas hay muchachos sentados descansado con su palas a un lado. Cerca de ellos un anuncio informa que hay un centro de acopio y atención medica en la calle Uxmal.

Unos metros más adelante, en Matías Romero y Pestalozzi hay dos edificios de ocho pisos severamente fracturados, a pesar de lo dañado que lucen se ven personas dentro de ellos hablando nerviosamente por celular. A final de la calle Pestalozzi ahí están las maquinarias del Gobierno capitalino, en ese punto se concentran los mazos, palas, cascos que más tardes se reparte.

No lejos de ahí en Pilares esquina con Heriberto Frías hay un edificio de ocho pisos muy afectado toda su fachada y estructura está dañada, el inmueble fue desalojado pero los vecinos todavía discuten con los funcionario de la delegación Benito Juárez que acordonaron la zona, los afectados no quieren irse a los campamentos que fueron diseñados para ellos. Los vecinos de los otros edificios salen y quieren la presencia de un perito, hay un caos colectivo.
En las calles hay mucha confusión, aparecen varios motociclistas que llevan papel de baño van hacia a los centros acopio y otros usan los carritos de los supermercado para llevar cosas. Del otro extremo de Heriberto Frías hay unos 200 voluntarios recibiendo órdenes para ir a lugares que se necesitan, es un mar de gritos y es difícil ponerse de acuerdo.
En ese lugar se puede leer una pancarta enorme: “No se aceptan más voluntarios, hay suficientes”. En cambio se requieren analgésicos, antisépticos, soluciones, antibióticos.
En cada esquina hay una escena diferente, unos jóvenes levantan una pancarta: “Buscamos a Juan Fuentes, desde hace dos días no saben nada de él”.
-Si sabe algo por favor llame al teléfono que está en la percatas, su familia está muy preocupada. En la calle de Miguel Laurent hay dos edificios que amenaza con colapsarse, los dueños está en la acera de enfrente y no pueden creer que todo el esfuerzo de una vida este apunto de venirse abajo.

Los funcionarios de la delegación discuten con los vecinos quienes los graban con sus celulares, solo la fuerte lluvia hace que se calmen los ánimos.
Para empeorar las cosas, en Vertiz y Emperadores los ciudadanos que están a cargo de la seguridad no dejan pasar a nadie.
– Como usted sabe hay una fuerte fuga de gas que se provocó al remover los escombros, tendrá que tener paciencia, no prender cigarros, no usen celulares, pronto podremos irnos.
El olor de gas invade varias calles, la gente se marea y quiere alejarse, hasta ahí llegan 500 voluntarios con su pala y picos, sus tapabocas, se organizan en varios grupos.

Como los van nombrando levanta su puño para identificarse.
Lejos de ahí en la avenida Cuauhtémoc y eje 7 hay un cartel pegado en el semáforo: “México se levanta, pero no es gracias al PRI; PAN; PRD; Morena y el Verde”.

En ese momento aparece un joven de tez morena de unos veinte años, va cargado un pico y lo lleva bien sujetado con sus manos cubiertas por unos guantes negros, en su mirada se ve la determinación de que intentará salvar algún sobreviviente.