Morelia/Julieta Coria
Eran las siete de la noche en la ciudad de Morelia, y en el estadio Morelos hacía calor. En el aire se sentía la humedad y a lo lejos una nube amenazante que venía desde el cerro del Quinceo apareció.
Alrededor del estadio, innumerables filas de automóviles rodean el ‘coloso ‘ que hoy recibe a casi 26 mil aficionados, para el encuentro del equipo de Monarcas contra los Xolos de Tijuana, en lo que son los cuartos de final, de la liga Mx del fútbol mexicano.
Los aficionados fueron llegando poco a poco, con por lo menos dos horas de anticipación, en transporte público, en camionetas, automóviles, motocicletas y de a pie, los de playera rojiamarilla poblaban el lugar, con esa energía frenética que los caracteriza. Banderas, gorros trompetas, matracas adornan las puertas de acceso del estadio. Más y más gente, están contentos, se nota, cierta alegría, cierta felicidad.
Esta tarde solo se habla de fútbol, desde hace días, el tema está en boca de todos, Monarcas Morelia, se ha salvado del descenso y la afición les agradece, les festeja y los alienta para continuar, los jugadores animados, han amenazado con poner todo el esfuerzo y salir a ganar. Lo menos que pueden hacer los jugadores, es ganar, pienso.
Cuando los jugadores salieron a la cancha, el estadio estaba lleno casi en su totalidad, la banda toca, el Juan Colorado retumba entre las gradas y pone a bailar, hasta el menos bailarín. A los lados, en el espacio reservado para la porra, la llamada Locura 81, no para de bailar, no paran de saltar y de entonar porras y canciones adecuadas, hoy a los jugadores rojiamarillos “¡oh, e, oh, e, oh e, Raúl, Raúl!» “¡oh, e, oh, e, oh e, Raúl, Raúl!».
Raúl Ruidíaz, el goleador y salvador del equipo, levanta la mirada, al salir, todos lo hacen, con esa mirada de poder, con esa mirada de saber que son queridos y su ego se eleva a las nubes…
Entre porras, cánticos, aplausos y otra vez la música de Juan Colorado, arranca el partido, y el Morelos, retumba, al grito de la afición.
Las puertas del Estadio ya estaban llenas. Se podía sentir la pasión de los aficionados al ver a su equipo favorito. Siete y treinta de la tarde y todavía el sol brilla con fuerza, el calor sigue pegando fuerte. A pesar de esto, el entusiasmo de los asistentes no disminuye y empiezan a refrescarse con cervezas y refrescos bien helados.
A las 4:00 de la tarde abrieron las puertas. La pasión de la gente se dejó ir, todos querían encontrar el mejor lugar dónde poder disfrutar de ese partido de fútbol que tanto habían estado esperando.
El silbato sonó y los gritos de pasión de los aficionados no se hicieron esperar. La ola hecha por todos. Los silbidos. Los saltos de emoción cada vez que su equipo estaba cerca de anotar el tan esperado gol.
Al minuto 10 la anotación del delantero Miguel Sansores, quien dentro del área se barrió para empujar el balón luego de un centro de Jefferson Cuero. Y el esperado Gol, llegó, no caben de emoción, de alegría, la gente salta, grita, aplaude, festeja y uno que otra derrama lagrimas…a reventar de felicidad en el Morelos, y apenas va empezando.
El equipo local, se enaltece, el gol los motiva, y empieza a fluir el juego, “son mejores los monarcas, pinches Xolos, no traen nada” “¡A huevo, Monarcas huele a campeón!” dos señores a mi lado platican, con cerveza en mano, playera oficial de monarcas, rondan los 60’s.
Me encuentro rodeada de señores ´ya mayores’ que, con toda seriedad y elegancia, disfrutan un ‘güisqui’, y un buen cigarro para presenciar el juego del equipo de sus amores.
Los aficionados están a la expectativa, se puede respirar el estrés y la emoción que reinaba en ese estadio. El equipo juega bien, los aficionados ‘mayores’ que me rodean han desgastado sus gargantas dando órdenes desde sus lugares, para sentirse parte de…” ¡Órale cabrón, pásala”! “¡tírale, tírale ¡” explotan desde sus lugares y eso los hace sentirse completos.
El marcador continua a favor del equipo local. No hay goles, pero hay buen juego, los rojiamarillos, está motivados y se les nota en su en el juego, los visitantes, los Xolos, abucheados cada vez que toman el balón, como dijeran mis compañeros de tribuna “no dan una, no traen nada”.
Antes de acabar el primer tiempo, la desgracia ocurre, y es que, para la mala fortuna de Monarcas, el delantero peruano Raúl Ruidíaz salió lesionado de la rodilla izquierda, luego de disputar una pelota en el área de Xolos al minuto 33, en su lugar entró Rodolfo Vilchis. Los aficionados se les nota preocupados, angustiados, pero le aplauden y ovacionan al salir. Desaparece Raúl.
La alegría y la pasión se contagiaba, se respiraba a cada segundo. El primer tiempo terminó así, con un marcador 1-0 que hacía palpitar fuertemente el corazón.
El medio tiempo estuvo lleno de festejos, pláticas, gritos, cantos…Hasta que el primer segundo de ese segundo tiempo llegó. Sonó el silbato y todas las almas unidas a favor de su equipo se unieron para, de alguna manera, apoyar a que ese segundo gol cayera.
Pasan los minutos, no hay novedad, la calidad del juego baja un poco, pero se mantiene un juego de ida y vuelta, los monarcas no juegan como en el primero, pero luchan por el segundo gol, no llega, no llegó.
El juego, gustó, y fue divertido, emocionante, los fanáticos están contentos, se respira un ambiente de tranquilidad, la gente goza y está alegre, por dos horas en el estadio Morelos, quien acude, se olvida de cualquier cosa y aquí sólo se habla de fútbol.
De pronto, y para terminar cuando la luz del sol ya había desvanecido y el encuentro finalizado, se apagan las luces por completo en el coloso del quinceo, y a los lejos se observa un espectacular conjunto de juegos artificiales por varios minutos, todos atentos al vaivén de las luces y al fondo una voz que dice, Monarcas es un equipo de primera, el aplauso prolongado y el hasta siempre, al gran Morelos…
Pero no todo es fútbol, pienso.
Por un momento, el aire se vuelve denso, el frío ineludible; incómoda la banca de concreto. Entonces hay que levantarse y estirarse un poco, pues la espera, a medida que se prolonga, atiza la incertidumbre, a lo lejos observo el vuelo de una paloma blanca, vuela muy bajo sobre la cancha, iba y venía junto a cuatro golondrinas, me tengo a observar por un momento, tan hermosa postal, es como un juego, el otro juego en esta cancha, al vaivén del viento, no se cansan.
Miro alrededor y veo rostros d
e alegría, de felicidad. ¿Y qué si el fútbol, es esto? Pienso, esa relativa felicidad, no se ve todos los días…