Morelia/Julieta Coria
9 de la noche. El camino para llegar hasta la Universidad Vasco de Quiroga, resultaba un caos total, la noche donde los candidatos a la alcaldía de Morelia, en teoría, debatirán por tercera vez sobre el suceder la ciudad. Dos patrullas resguardan la entrada a la UVAQ, hay que buscar el edificio C atravesar en enorme estacionamiento sin luz para encontrar el acceso. La atmósfera huele más a ‘examen recepcional’ que a debate de ideas. Quizá así sea. Y la lluvia se hace presente.
Para llegar a la puerta hay que subir tres pisos y luego ver pasar a toda velocidad los siete candidatos bien equipados a quienes todos los que no visten de corbata o camioneta del año les resultan sospechosos. La calidez completa de la cotidianidad michoacana desplegada en un ancho perímetro. En vez de alfombra roja, las celebridades caminan hasta la entrada por un pasillo de concreto cuarteado al que flanquean arbustos milimétricamente recortados. Donde termina, se aglutinan los inconformes que no pueden pasar. “¿Y ora por qué se pusieron tan sangrones?” “Ni quién los quiera ver…” Los pocos afortunados de entrar sonríen y se saludan, buscan su lugar correspondiente, mientras los del grupo Morelos con elegancia el celofán toman su papel de anfitriones. Ni modo, hoy no es mitin, no caben todos.
En el salón principal hay siete sillas cubiertas con un forro negro. Atrás un inmensa pared blanca desdibujada. Nadie quiere sentarse aún. Hay que saludar, relacionarse y sonreír. A dos minutos la candidata del PRI, Daniela de Los Santos, ha llegado corriendo, afuera llueve y su cabello esponjado lo refleja “¿alguien tiene un cepillo?” dice mientras a prisa le colocan el micrófono y le aplican un poco de maquillaje para ocultar el brillo.
Ha comenzado, y una compacta sala de prensa reúne a los reporteros que hoy cubren el debate empiezan a visitar la mesa bien dispuesta con bocadillos y refrescos. Le pregunto al primero que pasa por qué hay pantallas y no un estrado para los candidatos. Me contesta que ellos estarán en otra sala. ¿Y los reporteros? –pregunto- “Tienen su salón allá en la esquina”. Ok, entiendo, los candidatos en una, la prensa aparte.
Como feliz familia de gansos desfilan por el salón grupos uniformados con playeras de los candidatos. Ahí van los de PRI con sus playeras blancas y el logotipo bien marcado; por allá pasan los de Morena, con el chaleco guinda; los de la Coalición ya se acomodan en sus sillas vestidos de blanco.
Extrañamente, todo aquí parece perfectamente organizado. Hasta la sala de prensa es una chulada. Hay menos de cincuenta lugares, mesas y bocinas acomodadas frente a una fría pantalla donde se transmitirán en vivo las hostilidades.
Ignacio Martínez y Verónica García, los de las noticias, aparecen en pantalla y saludan a todo los michoacanos. Puntual da inicio al protocolo posmoderno del debate político. Presenta a los rivales y pone la pelota en el suelo. En la pantalla van apareciendo los candidatos acompañados de un reloj que fiscaliza su intervención, por orden se presentan. Los reporteros se inclinan sobre sus computadoras y celulares. Al revés, en la sala contigua, los invitados alzan la cara hacia las pantallas, cruzan la pierna, los brazos, ambos, se llevan la mano a la boca, se ponen los lentes. Atentos.
El primero al ruedo fue Carlos Quintana candidato de la coalición Por Morelia al Frente, quien señaló que la actual administración municipal está reprobada por lo que dijo que él quiere ser un hombre de resultados, que se note y se sienta la seguridad.
Luego aparece el candidato de la coalición Juntos Haremos Historia, Raúl Morón Orozco, quien le apostó por ejercer el poder de una manera diferente en Morelia.
Le el abanderado de Nueva Alianza, César Santoyo Muñoz, quien en su primera participación señaló que ha visto a través de recorridos la necesidad de transformar Morelia, ciudad que dijo, debe cambiar y generar un desarrollo puntual.
El cuarto es ni más ni menos que Fausto Vallejo, que comienza como si continuara el párrafo de un discurso anterior. Tal cual se hubiera quedado en pausa desde el primer debate. No aprovecha bien el tiempo y tartamudea un poco, se le nota nervioso.
Luego el candidato del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), Constantino Ortiz García, quien en su primera intervención celebró que todos los candidatos hayan acudido a dicho debate, ya que algunos a los demás han rehuido.
Enseguida Alfonso Martínez Alcázar, quien dijo estar enamorado de Morelia, e insistió con un discurso, “cuando llegamos hace tres años teníamos ciudad distinta ahora tenemos una planeación a largo plazo”.
Y para cerrar, Daniela de los Santos Torres, candidata del Partido Revolucionario Institucional (PRI), destacó que le duelen las desigualdades que existen en Morelia por lo que lamentó también el tema tan grave de inseguridad que se vive diario y la falta de empleos.
Por dos horas las fases de preguntas y respuesta, el sospechosismo que les distingue, supone que alguien ya les había pasado el examen. A puntuales cuestionamientos, los candidatos devuelven esquemáticas y estructuradas respuestas.
A estas alturas, los espectadores se aflojan un poco. Cuando a los candidatos se les pasa la mano de la demagogia y avientan frases como: “yo quiero ser presidente” o cuando se acusan entre ellos, en la sala de prensa se escapan algunas risas. Sí, el formato es tan organizado que parece inglés, pero aún no llega el gol que todos esperan, el exabrupto, el tropezón. Además, los meseros han retirado los refrescos y las galletas. Nos falta algo. Luego por eso la gente prefiere las telenovelas. Los candidatos contestan lo que no les preguntaron, dan vueltas o divagan abiertamente.
Al fin, Constantino ataca. Acusa a Alfonso quien con láminas en mano primero hizo alusión a algunas presuntas mentiras del hoy presidente con licencia, Alfonso Martínez, respecto a la contratación de empresas para realizar algunas obras. Gol. En la sala de invitados se escucha la primera ovación de la tarde. Alfonso le responde y los aires de grandeza lo rodean.
El resto del debate son las notas del estribillo político estatal, con grandes dejos monotonía…