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Morelia/Vianey Cervantes

Era mediodía, el sol brillaba inclemente a lo alto y el fuerte viento hacía silbar a los muchos árboles que dan oxigeno a la Ciudad Universitaria. A las afueras del Centro de Información, Arte y Cultura se ven colores blancos y brillantes, difuminadas por el calor; son los toldos bajo los cuales las  Cocineras tradicionales y chefs de Michoacán se preparan para la muestra gastronómica principal.

«Algunas estamos quemadas, cortadas, pero lo hacemos con mucho amor, porque la comida se hace con amor para que salga rica»

Hay mesas, sillas y quizás una veintena de puestos de comida, artesanías, tequila, mezcal y cerveza, el buen conjunto mexicano de sabores. Los organizadores preparan el presidium, debe hacerse la inauguración oficial y están en espera de los personajes. Colocan entonces 8 sillas sobre una plataforma color vino, donde toman asiento, representantes políticos y de gobierno, así como cocineras organizadoras del evento.

Toman la palabra los funcionarios, hablan sobre la importancia de mantener viva la tradición culinaria del estado que, dicen, tiene su cuna en la Meseta Purépecha. Agradecimientos, invitaciones y  promesas de apoyo, uno tras otro en el micrófono, llaman entonces a una mujer muy importante.

Imagen: Vianey Cervantes

Cayetana Rangel, oriunda de Erongarícuaro, un «sitio de espera», un municipio pequeño y colorido, cercano a Pátzcuaro y con un atole de grano para chuparse los dedos,  camina sonriente desde el público, viste ropa tradicional y un rebozo, símbolo mexicano, color azul con negro; inmediatamente agradece a las personas y medios de comunicación por la asistencia y el apoyo, «algunas estamos quemadas, cortadas, pero lo hacemos con mucho amor, porque la comida se hace con amor para que salga rica (…) No queremos que se pierda lo que nos enseñaron nuestros padres, nuestros abuelos…», se queja del consumo en la ciudad, aquí en Morelia, «comen puras chatarra, papas, churritos, la coca, dejen la coca porque se van a enfermar… ¡mejor tequilas! y tomen cerveza'».

Cayetana despierta simpatía, alegre y jilgorosa, habla sobre los imprevistos que hubo para lograr asistir, entre mofa y verdad, «si yo no tengo llantas, menos mi camioneta». Con sus palabras se cierra la inauguración y comienza el «viaje gastronómico» por las regiones del estado, cuya sazón, variedad y complejidad, característica de México, le consagraron el título de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Imagen: Vianey Cervantes
Imagen: Vianey Cervantes

Desde la meseta purépecha, la cuna de la gastronomía ancestral, comienza el viaje, pasando por el centro, la región lacustre, de Lázaro Cárdenas y Morelia. Hay puestos de helados artesanales, artesanías de cobre, un letrero «¿Ya la probaste» te invita a conocer la cerveza artesanal, oscura como la tierra michoacana y clara como el brillo del sol, ajonjolí de colores para «gusgear» saludablemente, birria de chivo, pozole blanco  rojo, tamales, atole, quesadillas, tacos de flor de calabaza, de cochinita, de nopal, quelite, raíz de chayote, huitlacoche, charales, filete de pescado, uchepos, (desde luego, las salsas de molcajete no pueden faltar), las famosas quesadillas de Santa Ana Maya, la Brü, la cerveza artesanal más conocida en la capital, mezcal, «jarritos» de un suave y delicioso destilado de agave, y claro, cocos y mar directos de la costa, y un sinfín de delicias más para conquistar el corazón.

Las cocineras sonríen, atienden a los clientes y a los medios, quienes sin dudarlo se toman el tiempo de «echarse un taco» (¿y quién no, con tantos aromas en el aire?). Los puestos permanecen y estarán, hoy y durante el fin de semana; las voces en español y purépecha llenan los oídos, las llamas se mueven con el fuerte viento que jamás para su camino, de cada puesto salen, flotando en el aire, pedacitos de carbón y madera quemada. El aire huele a tradición, a cultura y a alegría mexicana.