Apatzingan/Samuel Ponce
En este lugar, ya llamado ex bastión del cartel de Los Viagras, la vida sigue como si no tuvieran ese estigma, nadie es de nadie y todos no son nadie.
En esta comunidad que lleva el nombre de un revolucionario, hay una tranquilidad a cuestas, pese al calor irritante que prende a los fuereños.
La instalación de una sede policíaca no atemoriza pero tampoco da esa quietud de antes de hace más de una década, «cuando se respetaba todo».
Aquí hay una autoridad desplazada de factores, aunque la gran mayoría silenciosa lo avala.