Morelia/Julieta Coria
Es la época del año en que festejamos la muerte. La tradición es hacer altares a nuestros muertos, calaveritas a nuestros amigos o familiares, tapetes florales y por supuesto recordar a los que ‘pasaron a mejor vida’. Los panteones repletos, nos lo recuerdan.
El olor a incienso, flores de cempasúchil y las veladoras ha inundado las calles del centro de nuestra ciudad para recibir a las almas de los fieles difuntos. La muerte no es un juego, la muerte es lo más respetado de la vida y por supuesto la celebración de los vivos.
Hoy llueve, todo el día la amenaza de lluvia está latente, sin embargo ha sido suave y solo unas pequeñas gotas cayeron durante todo el día. Hace frío. Apenas hoy en la mañana redactaba una nota sobre la primera tormenta invernal que llegaría al País, no lo creí. Hasta Ahora.
En el colegio de San Nicolás de Hidalgo, iniciaron sus actividades culturales con la inauguración de la exposición de altares hechos por estudiantes preparatorianos del Colegio de San Nicolás. ‘Una tradición Joven que ha impulsado las costumbre mexicanas de mayor arraigo’, leí esta mañana. Sí, así debe ser o por lo menos la tradición que ha sobrevivido embates del consumismo que se promueve con el Halloween.
Será un buen evento. Pienso. Me va a gustar. Y claro lo voy a disfrutar. Llegué temprano, apenas pasan las siete de la tarde y es hora de que no veo movimiento alguno, la invitación decía que habría música de Jazz y pan de muerto para degustar. Seré paciente. Hago un recorrido por los patios principales del antiguo Colegio de San Nicolás y los recuerdos de mi época en la preparatoria se llegan a la mente, sigo esperando…
¿Dónde está el olor a incienso? ¿Dónde está el olor a cempasúchil que tanto me gusta? Los altares no los encuentro. Reviso de nuevo la invitación. Sí, si es una exposición de altares, aunque sólo conté cuatro y claro los tapetes florales que tapizan los dos patios principales. Esos también deben de contar.
Por fin el evento va a comenzar se escucha la voz de una mujer dando la bienvenida, me dirigí hacia la multitud “no mames está hasta el huevo”, es lo que escucho repetidamente entre los jóvenes que están como en el recreo.
¡Sí, esa es la palabra!, eso es este evento, un recreo, un recreo para estudiantes preparatorianos que están más interesados en sus teléfonos y patinetas que cargan en sus mochilas, que caminan como zombies con la cabeza hacia abajo, sin dejar de mirar el celular. Y claro, las parejitas que por todos lados aparecen buscando un lugar para estar ‘juntitos’.
Empieza el show, un performance alusivo a la muerte, un acto de danza, con la música de Chabela Vargas al fondo, con un pésimo audio que cortaba la inspiración de los asistentes, pausa tras pausa. Las rechiflas no se hicieron esperar. Por fin, termina anticipadamente por que la música no dio para mas. El desfile de catrinas esta por comenzar, no sin antes presentar a los invitados de honor, entre ellos el rector de la Universidad Michoacana, que no podía faltar.
La maestra de ceremonias anuncia y agradece a los presentes bajo -insisto- una pésima organización. Empiezan a desfilar las catrinas, tal concurso de belleza, entre gritos y rechiflas, sus historias apenas empiezan.
“Bueno, la historia de las catrinas, es ¡wow increíble…!” dice la voz y así con ese discurso frívolo y con poca, muy poca argumentación la noche de muertos en el Colegió de San Nicolás inició y terminó sin nada nuevo, ni siquiera de buen gusto. Las catrinas desfilan sin mucho que presumir. El evento se queda corto, para tan importante tradición.. ¿Y el pan de muerto?.Mejor no hubiera venido, pensé