Morlia/Julieta Coria
La cancha del estadio Morelos lucía completamente lleno, enormes reflectores lanzaban su intensa luz sobre la perfecta cancha de un verde espectacular, territorio de los jugadores de equipo local; Monarcas Morelia.
Los visitantes; los jugadores del equipo de las ‘chivas’ de Guadalajara, eran el rival de los locales. El juego ha estado en boca de los morelianos, por algunos días atrás, los boletos se agotaron el mismo día de su venta.
Mas que un partido de fútbol, de 45 minutos, los locales se juegan su permanecía al enfrentarse al equipo líder, de la liga actual.
Entre un ambiente familiar, la gente con varias horas de anticipación acudieron al Morelos, que cada vez más, se llenaba de aficionados rojiamarillos y chivas por doquier.
Familias enteras, grupos de amigos, y hasta los mas solitarios, se han dado cita, ante la expectativa, del juego esperado en la ciudad.
Entre matracas, porras, música y cánticos, la euforia ‘monarca’ se sentía por todo el lugar. Entre un mar rojiamarillo, niños, mujeres , jóvenes y señores, disfrutaban el evento, que acompañaban, con semillas, churros, palomitas, pizza, refrescos y por supuesto, la cerveza.
Todo estaba listo para el esperado comienzo, las banderas, no dejan de ondearse, las porras coreaban sus canciones a todo pulmón, mientras desde las bancas, no dejaban de saltar.
Todos atentos a los 22 jugadores en la cancha, todos los fanáticos esperaban el ansioso gol, por parte de su equipo favorito, mientras sacaban su euforia, y su pasión desmedida, observaban cada jugada, cada movimiento, al borde de los gritos, desde sus lugares.
El primer tiempo acabó, nada todavía, los equipos no sé hicieron daño, hubo pocas buenas jugadas, los expertos podrían llamarlo aburrido o enfadoso.
Llegaba el medio tiempo, y las porras, gritos, no cesaban, la gente toma un descanso mientras observa en el medio tiempo, un espectáculo para amenizar el momento, al observar, un grupo de personas elegidas al azar, correr y golpearse para entretener a la afición.
El segundo tiempo llego muy rápido, de inmediato los jugadores regresan a la cancha, para continuar el juego, y así da comienzo, esta vez ya con mas movilidad, con mas ganas de meter goles, hay más llegadas, hay más emociones, por el espectáculo frente a los ojos de los demás.
La gente grita, ríe, se enoja y suelta una vorágine de maldiciones, que desencadenan la euforia total, el juego y las reglas parecieran en manos de los propios aficionados, que hoy son mas dueños del juego que de los propios jugadores.
Al final, el esperado gol, nunca llegó. Los equipos no hicieron mas que entretener a la gente, sin un juego profundo o bien trabajado, solo eso, ofrecer un espectáculo por dos horas, que desborda la pasión. Al final, todos vuelven a la realidad y a maldecir el juego, que pudo ser de ellos mismos, de nadie mas.