Morelia/Redacción
El pueblo de Angangueo fue «descubierto» por Nuño de Guzmán en 1550, y ese mismo año fueron las tierras entregadas a Gonzalo de Salazar, por el virrey Don Antonio de Mendoza; desde entonces, se convirtió en un pueblo minero, cuyas extracciones representaban hasta el 80% de las exportaciones de la entonces «Nueva España».
Angangueo fue nombrado como tal en 1792, año en que el pueblo comenzó a resaltar, llegaban personas a trabajar en las minas, comerciantes y vendedores; las tierras de Angangueo eran extremadamente fértiles y prósperas, con abundante oro, plata, cobre y plomo. Tristemente y como en muchos otros pueblos a lo largo de la República, las minas fueron trabajadas por mexicanos y explotadas por españoles, alemanes, ingleses y franceses. Su categoría de municipio le fue otorgada en 1831.
Más tarde, en la Mina de Dolores acaeció la tragedia donde 25 mineros murieron el 25 de abril de 1953, tras lo cual las minas se convirtieron en patrimonio nacional; sin embargo, la actividad minera se terminó totalmente hasta 1991.
Hoy, ubicado en el eje volcánico transversal, rodeado de montañas y verdes bosques, es uno de los municipios más visitados del estado de Michoacán por turistas de toda la república y de todo el mundo.
Su visita obligada es la Reserva de la Biosfera Mariposa Monarca durante el invierno, así como el Santuario El Rosarito, a ocho kilómetros de Angangueo, donde los bosques y sus árboles se llenan de alitas naranjas y negras.
El templo de la Inmaculada Concepción es el edificio más sobresaliente, construido en el siglo XVIII en el corazón del municipio, su estilo gótico y el color rosado de su cantera, así como el hermoso altar traído desde Italia es una de las construcciones más visitadas por católicos, ateos y agnósticos.
La parroquia de San Simón Celador enmarca una de las plazas donde los pobladores salen a caminar y disfrutar el día, con un quiosko de hierro al centro de la misma.
Otra visita obligada es el museo de «La Casa Parker», el cual muestra las fotografías tomadas por el matrimonio de Bill y Joyce Parker, donde casi se vive la época minera del municipio en su tiempo más «fructífero».
De ahí mismo, sale el recorrido hacia el Túnel turístico San Simón, con 9.50 metros de profundidad y que da una «probadita» de los instrumentos y la vestimenta de los mineros de la época.
Otra imperdible visita es el mural hecho por Jorge Téllez, un callejón escondido junto a la Inmaculada Concepción, donde en seis partes narra la historia del pueblo. Al final, una visita al Monumento al Minero, escultura y mirador, para contemplar por última vez a este poblado con pasado minero que, escondido entre montañas, guarda un pedazo de la historia y diversidad mexicana.