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Caracas/Héctor Tenorio

El Aeropuerto Internacional de Maiquetía “Simón Bolívar”, se encuentra completamente resguardado por elementos del ejército venezolano, los cuales recorren armados cada rincón del lugar, atentos a cualquier anomalía. El nuevo horario de la terminal aérea provocó que la mayoría de los comerciantes cerraran desde las nueve de la noche, minutos después las escaleras eléctricas quedaron sin electricidad para ahorro de energía. La mayoría de los pasajeros son venezolanos, ansiosos de salir del país sudamericano, hablaron en voz baja y solo esperaron a partir.

 Mientras que los ingenuos turistas que deseaban cambiar sus bolívares a dólares son informados que en Venezuela existe un control de cambio y el que tiene moneda nacional solo le queda gastarlos en las maquinitas de dulces o en la comida rápida.

 A las cinco de la mañana se anunció el vuelo a la ciudad de Panamá, los que estaban dormidos despertaron y se formaron en una larga fila, varios de ellos sonrieron disimuladamente. Cuando fue la revisión de las pertenencias todos se quitaron los zapatos y explicaron el motivo de   su viaje, la tensión se hizo presente. Una vez pasando el retén militar, se escuchó la voz de una mujer: “Que feliz  soy”, entonces le platicó a sus amigas que de Panamá se irá a  Estados Unidos,  “yo no pienso regresar”.

En la sala de espera para abordar, el ambiente cambió y todos se sintieron felices de irse, hicieron planes de lo que harían en el futuro, la mayoría de ellos están con sus familias. Un señor le comentó a si hija adolescente, “falta poco para estar en libertad”.

Cuando llegamos al aeropuerto de Panamá, todos se dividieron, algunos se fueron rumbo a México, en la sala de espera encontré a tres venezolanas de edad madura, una de ellas le dijo a las otras:

-Después de tantas marchas de la oposición, no se logró nada, qué pena, mi hijo vive en Estados Unidos y me convenció que dejará el país, ya no tenía caso seguir y menos ahora que la oposición aceptó participar en la elección del 10 de octubre. La verdad es que hay una, dos, tres o muchas Venezuela, pero solo una es la verdadera”.

La amiga que estaba a su mano derecha le respondió, “los procesos políticos son largos, uno quisiera que fueran rápidos, pero no es así. El problema es que, cuando cambien las cosas, los perdedores (los chavistas) quedaran muy resentidos, habrá que ser muy tolerante”.

Me quedo pensando que la oposición, de abril a julio de este año, quemó a 29 personas que tenían aspecto de ser chavistas: “¿a qué tolerancia se referirá?”, me pregunto.

La tercera venezolana escucho a las otras dos y se salieron las lágrimas:

“Yo estoy ‘exiliada’ en Chile y no sé cuándo podré ver a mi mamá”.
Ella no paró de llorar. Sus dos amigas la consolaron con palabras dulces como, “no te preocupes pronto caerá el Nicolás Maduro que ha dividido a nuestra nación”.

Siguieron platicando, soñando que un día volverá la cuarta República (1958-1998), y ellos serán los encargados de recomponer el camino.