Morelia/Karen Quintero
Pasa el medio día en el Kiosco de plaza Armas, a un costado de la catedral. El sol aterriza con sus rayos y calor en las nochebuenas que rodean el Kiosco; las hay rojas y blancas, de distintos tamaños, en todo su esplendor.
La sombra de los árboles se refleja en las bancas ocupadas por la gente, tantas caras, expresiones, colores y formas.
Al fondo el compás de la melodía de un violín y una guitarra hacen la tarde perfecta.
Por otro lado se escucha a un hombre mayor, de tez morena; en su rostro el contraste de su barba canosa, el cual cubre del sol con una gorra, desalineado, de pantalón de mezclilla y camisa amarilla pareciera está sucio.
Bajo su brazo lo que parece ser un periódico, con la otra mano manotea y grita tanto que hasta la baba se le ve salir, camina de un lado a otro, con desesperación expresa lo que para él es un exhorto a la gente, hablando de la palabra de Dios, y al mismo tiempo habla de forma incoherente.
Las personas a su alrededor unas sentadas en las bancas y paradas, lo observan y ríen mientras otras simplemente lo ignoran.
En los jardines se exhibe una representación de lo que es el Nacimiento en el cual se encuentran pastores, animales como borregos y buros, los reyes magos, la Virgen María y José.
Recostado en lo que pareciera un moisés se encuentra el niño Dios, y arriba de él un ángel con sus alas extendidas.
En la jardinera de un costado de encuentra la representación del infierno, que pareciera iluminarse de llamaradas de fuego, con ángeles negros, dónde algunos parecieran salir de la tierra.
Las personas se acercan y observan, se toman fotografías algunos en las alas del infierno y otros en las de cielo, lo padres que llevan hijos les explican el significado del nacimiento mientras otros sólo se detienen y observan detalladamente.
Las bancas llenas de gente, distraídas, pensativas, quizás solo se cuestionan.
Caminando se ven pasar parejas, tomados de la mano, sonriendo.
Las palomas bajan de los árboles al suelo buscando migajas de pan o algo que comer, mientras unas señoras sentadas comen fruta, mientras aplauden las melodías toca el violinista.