Contra el olvido

Imagen: Héctor Tapia
Comparte

Morelia/Héctor Tapia

 A pocos días de haber cumplido dos meses de desaparecidos, los 43 normalistas de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, de Ayotzinapa, Guerrero, se movilizaron en gran parte del país. No físicamente, pero  sus rostros aparecieron en una y otra parte de las principales ciudades de México y el mundo, en una lucha de resistencia contra el olvido.

En Morelia, estudiantes universitarios, normalistas, organizaciones civiles, artistas y sociedad civil, colorearon de consignas las principales vialidades a su paso rumbo al Centro Histórico.

Sus gritos de exigencia, de que aparezcan con vida los desaparecidos, vibraron en los muros de cantera rosa de los edificios, que en otros tiempos también fueron partícipes mudos e inmóviles de otras luchas.

La tarde de este primero de diciembre, en el marco del segundo año de la toma de protesta de Enrique Peña Nieto como presidente de la República, y como parte de la jornada de lucha global por Ayotzinapa, los estudiantes salieron de Ciudad Universitaria.

Fueron avanzando de forma pacífica, pero no menos indignados y evidentemente molestos; los jóvenes, esos de los cuales el ex presidente chileno, Salvador Allende, decía que “ser joven y no ser revolucionario, era una contradicción incluso hasta biológica”, de vans, convers y mezclilla, fueron recorriendo la avenida Cuautlla hasta llegar a la Avenida Madero.

Al frente del contingente, patrullas de la Fuerza Ciudadana iban tiñendo de intermitentes luces azules y rojas las paredes por donde iban abriendo paso a la movilización.

Al subir rumbo a la catedral, el contingente de universitarios se encontró de frente con otra movilización, protestando por la misma causa. “Ese apoyo si se ve… Ese apoyo si se ve…”, corearon al mutuo encuentro.

Se replegaron y se enfilaron al corazón de Morelia. El grito numerario del 1 hasta el 43 fue cimbrando las calles, estremeciendo al unísono los cristales de los edificios y el gesto de una contemplativa ciudadanía.

Quizá no saben los nombres exactos de los que desaparecieron, pero saben que son 43 y saben que faltan en sus casas y en sus aulas; saben que tienen familias como ellos, y que les extrañan. Saben que también esos 43 tenían sueños y esperanzas.

En su movilización, los estudiantes morelianos, y la sociedad civil que se sumó a la protesta, remarcan el terror que se vive en México con las fosas sembradas con desconocidos, que también tuvieron nombre.

La indignación abarca más allá de los 43 normalistas que no aparecen, de los cuales sus rostros dibujados en papel, en cartulinas, en mantas, y encabezan las marchas de los últimos meses. No, van más allá. Abarca el clima de violencia que se vive en el país, el hartazgo por la violación sistemática de los derechos humanos que tanto denuncian.

Llegan al Centro Histórico, se plantan frente a Palacio de Gobierno. Hay un templete donde se hará el mitin político. Ahí se congregan los estudiantes, mayoritariamente, pero también personas mayores que comulgan y exigen lo mismo: “vivos se los llevaron… vivos los queremos…”

Los rostros de los 43, dibujados en cartulinas, son colocados al centro de la mancha creciente de jóvenes indignados, en el corazón de la movilización que sumó quizá un millar de participantes.

De nuevo el conteo, de nuevo el grito, ese insistente grito de los últimos meses que reiteran para que no haya que gritar más. Los quieren con vida, y seguirán protestando por ello.