Morelia/Julieta Coria
Una imágen inusual aparece en los portales de la casa de la Artesanías de Morelia; una exposición de arte de reclusos del estado, invaden la entrada principal a la vista de los curiosos.
Las formas que la expresión artística y la creatividad toman dentro de una situación extrema de privación de libertad, se vuelven de alto interés, junto al viejo edificio de cantera.
Afuera, los funcionarios del estado resaltan «es una ayuda para las familias de los reclusos, ayúdanos a integrarlos » la presentación gubernamental a voces.
Hablar sobre el arte penitenciario, es desatar un potencial creador crudo, bruto en su versión más neta, y además, al realizarse bajo condiciones de aislamiento, actúa como válvula de escape.
Cuadros de la virgen María, frutas, flores y hasta la famosa ‘ultima cena’ sobresalían en la exposición, había carros y barcos de madera que iban desde los 25 a los 3 mil pesos.
Son más de 5 mil personas recluídas en los 16 centros penales del estado y con sus trabajos se «reforzarán los valores mediante acciones dirigidas hacia su reinserción social» se decía.
Y más allá del interés que pueda tener comprobar cómo la creación revela talentos en bruto o actúa como vía de escape, la observación muestra, cómo el arte puede ejercer un efecto regenerador en las propias personas…
«El espacio para pintar es un universo tan lleno de oxígeno, de color, de luz, de sonidos, de sentidos, de emoción, de vida…en el que no hay muros, sino lienzos; no hay cerrojos, sino pinceles; caen los barrotes, vuelan los colores, brotan las historias, las sonrisas, los recuerdos,…los anhelos,…, los dolores…sale el sol en este cuadro, y en aquel se destapa el cielo, surgen flores, montañas, nubes, vivas como nuestros sueños…”