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Morelia/Redacción

A 1.860 metros sobre el nivel del mar, entre Copándaro, Cuitzeo, Álvaro Obregón, Morelia y Chucándiro, se encuentra ubicada el municipio de Tarímbaro, en Michoacán.
Tarímbaro era antes conocido como Ixtapa; hoy, su nombre significa “lugar de sauces” en purépecha y fue elevado a la categoría de municipio en 1930, un 24 de febrero, día festivo al doble, pues también se conmemora el Día de la Bandera.

Entre sus atractivos principales están la venta del pulque, que ha traído visitantes de todas partes del mundo, y el tradicional Carnaval del Torito de petate, el cual se celebra desde hace más de 400 años en el municipio.

Esta tradición del torito de petate, no llegó a México, como dice la cultura popular, con los conquistadores españoles; también se dice que Fray Juan de San Miguel usaba la tambora para bajar a los indios de los cerros (de ahí el común dicho “te bajaron del cerro a tamborazos”, cuando una persona es muy tímida), o que es una representación de la corrida de toros española, pero la verdad de su origen, es que llegó proveniente de África como un rito pagano.

Entre 1580 y 1640, muchos de los llegados a México eran esclavos de pueblos bantú, del sur de África e incluso llegaron a ser más numerosos que los españoles, pero eso no se cuenta en los libros de historia. En la entonces Valladolid, la población afrodescendiente fue de casi un 30 por ciento, traídos por los conquistadores europeos (portugueses, españoles, ingleses y franceses) a todo el nuevo continente.

Esto explica por qué esta celebración del torito se hace también en Argentina, Brasil, Ecuador, Colombia, Puerto Rico y otros países de Latinoamérica, aunque claro, con sus propias modificaciones.

En Tarímbaro, entonces rodeado de haciendas africanas, se registró uno de los primeros toritos de petate del país, en 1586, cuando en el pueblo indígena recibieron a los franciscanos con un comisario bailando un torito.

Los toritos del martes de Carnaval bailan al mismo tiempo que sucede la coronación de la reina de los principales barrios: San Marcos, La Doctrina y La Cruz; donde también con el tiempo se ha competido por el mejor torito, el más alto, el más esplendoroso, el más impactante y que combaten en los conocidos “enfrentamientos”, donde, frente a frente, demuestran quién es el mejor para bailar, para reír y para disfrutar. Hoy, los toritos pueden llegar a medir hasta 5 metros de altura y pesar más de 100 kilos, “bailados” por varios hombres al ritmo de la música de banda y grupos norteños, algunos sacan sus disfraces de diablito, de ángel, de parroquiano, de bufones y ¿por qué no? hasta de la muerte; como un extra, es una tradición igual de importante el acompañar la celebración con el pulque tarímbense, la capital de “la bebida de los dioses” por excelencia.

Esta es la celebración con la cual se cierra el festejo y el mexicano se prepara para la época de cuaresma, es el día antes del miércoles de ceniza y el preámbulo para Semana Santa.