Lázaro Cárdenas/Enrique Castro Sánchez
Los mediados de la pasada semana fueron difíciles, desde incertidumbre hasta dramáticos, para gran parte de la población de Guacamayas y en mayor medida para las actividades económicas del puerto de Lázaro Cárdenas, en donde se asientan vestigios de lo que iba a ser el cuarto polo de desarrollo del país.
En protesta por todo y nada como siempre—el gasolinazo, pagos pendientes, la derogación de las reformas estructurales y la liberación de un compañero detenido, integrantes de la Coordinadora Nacional de trabajadores de la Educación (CNTE) bloquearon una parte de la del ferrocarril en Guacamayas.
Ahí -sitio vital para el arribo y salida de los contenedores que por breves tiempos se almacenan en el recinto portuario para ser trasladados por tierra y mar a diferentes puntos del país y del extranjero- se volvió a repetir la novela:
Los profesores bloquean las vías del tren y hasta les causan daños, la fuerza pública, con o sin enfrentamientos, logra desalojarlos y detiene a varios de ellos; luego, negociaciones, liberaciones y otra vez la CNTE a efectuar movilizaciones similares y así, una y otra vez, el cuento de nunca acabar.
En esta última ocasión, en Guacamayas, lo más radical del gremio magisterial del llamado democrático provocó un enfrentamiento con la fuerza pública que apenas logró su repliegue para que el pasara el tren con su cargamento habitual; después, otro conato de violencia, pero en está ocasión los replegados son los otros.
Las huellas de la batalla están ahí. Evidentes ante el paso de los vehículos. Piedras, piedras y más piedras tapizan la avenida, llantas quemadas como barricadas y algunos curiosos que toman fotos mientras gritan “prendieron un carro”; lo cual suena más a chisme de colonia que a la realidad.
La toma magisterial de la vía del ferrocarril se prolonga hasta la noche; son embargo, en la oscuridad, parecida a la boca del lobo, un grupo de jóvenes llega al lugar, se mezcla y platica con los que ahí protestan. Llegan en transporte de servicio público, en una combi, pero casi a hurtadillas.
Ellos, los visitantes de los miembros de la CNTE, que van encapuchados, se identifican como gente del pueblo. Y, de un momento a otro, sin más, lanzan una serie de bombas molotov a una cercana tienda de conveniencia Oxxo, igualmente a unos metros de una gasolinería; el sitio arde en llamas; los miran observan.
Con el rostro cubierto, antes de impulsar las molotov, los solidarios con la lucha magisterial lanzan patadas a los vidrios del Oxxo, el ruido se oye a lo lejos. Una situación completamente extraña: algunos prendían y otros apagaban. Algo sumamente confuso, pero el resultado era el mismo; la tienda de autoservicio ardía.
Luego, curiosos se acercan, toman fotos con el celular, algunos otros miran y susurran: “hubiéramos sacado un six”. Los de la CNTE, como el chinito: “Solo milaba” y al acercarse la media noche dan “oficialmente” por terminada la toma, auto liberan la vía del tren, al menos por ese día, Oxxo termina de fundirse…