Enrique Castro/ Lázaro Cárdenas, Michoacán.
Un viaje periodístico lleva a un grupo a tomar una lancha en el brazo del Balsas casi con su conexión con el océano pacífico, ahí donde el puerto uno de los puertos más grandes de México tiene su máxima expresión.
Lázaro Cárdenas toma como símbolo de desarrollo las lejanas estructuras de las industrias que operan ahí en su mar. Sin embargo, por la avenida Rio Balsas, cerca del acceso portuario, las cooperativas de pescadores están asentadas en la orilla del rio y se ofertan los pescados día con día a quien se acerque.
Los viajes en lancha por la zona no son muy recurrentes ya que no tienen nada de “turístico” esa parte; fabricas, barcos de contenedores, La marina, policía portuaria, y barcos descargando minerales.
Se explica el recorrido que se quiere, se compra la gasolina y comienza el recorrido; al llegar al puesto de control la Policía Portuaria pregunta que a donde se va: “son periodistas”—comenta el pescador—a lo que el policía pide una explicación y al obtener la respuesta de lo que se pretende grabar es la desembocadura del rio solo grita: “pero ¿no van al puerto verdad? Un barco ahí era reparado y los soldadores pedían una foto desde abajo hasta lo alto de la proa del barco donde estaban, ahí frente a la policía.
La Lancha rápida ocasiona brincas cada que pega en las olas, vacíos en el estómago y sentidos en alerta, el pescador con ceño fruncido explica al llegar al lugar indicado que no se puede ir más lejos porque las olas rompen con mucha fuerza y “de ahí no se sale”.
Sin embargo, ese el punto meta del recorrido. La luz de día pega de frente al puerto y a las terminales de contenedores de costado.
Al regresar ver las empresas que comprenden el tan famoso puerto es inevitable, las grúas—jirafas en la imaginación—se dibujan en el cielo a contraluz, la torre de control portuaria yace ahí con sus 30 metros de altura, la acerera se dibuja más lejos y el buque de contenedores yace ahí frente a la lancha, con su inmensidad que el lanchero quiso que sus pasajeros vieran de cerca.
Al salir de ahí la policía portuaria se acerca y para la embarcación y con cámara de celular en la mano toma fotos y “regaña” por ir a tomar fotos a esa parte. El pescador, saca la casta, alega y cuestiona “¿ya tampoco podemos hacer eso?” El Oficial amenaza con un reporte y recibe una respuesta rápida: “¿Cuándo nos han mandado un papel oficial donde diga que no puedo tomar fotos con mi celular?” Después de eso parte la lancha hacia la cooperativa de nuevo.
Los uniformados cuidan el puerto, los pescadores son de él y en un furtivo encuentro las dos embarcaciones tienen razón y a la vez ninguna la tiene.