Zona de narcos

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Morelia/Samuel Ponce Morales

La región donde cayó el pasado martes un helicóptero del Gobierno de Michoacán, con saldo de cinco muertos,  históricamente se encuentra en disputa por células del crimen organizado.

En El Chauz, Municipio de La Huacana, por años el grupo criminal Los Caballeros Templarios, antes La Familia Michoacana, ha sido hegemónico.

“Es una guerra que lleva años. No se termina. Ahorita llevan 10 días topándose (a balazos) allá abajo, pero esos muertos no los reportan”, reveló un policía municipal al diario Reforma.

“Ahí donde tiraron el helicóptero había un campamento (de los narcos). Se supone que desde ahí dispararon el Barret”, agregó, mientras empuñaba un rifle AR-15 visiblemente desgastado.

En el reportaje, se expone que en La Huacana los policías ya portan uniformes con insignias del Mando Único, el nuevo modelo policial implementado para depurar y fortalecer a las corporaciones en Michoacán. Pero las carencias saltan a la vista.

La barricada que autodefensas habían instalado en la entrada a El Chauz para combatir a templarios, ya no existe. Ahora se observa un módulo en obra gris, inacabado, desde donde se vigila quién entra o quién sale.

Pero ya son casi las 10:00 horas, un helicóptero ha caído durante un operativo contra el narco en la zona y en ese puesto de vigilancia sólo hay tres policías, una camioneta adaptada como patrulla y dos motos particulares.

Tres perros callejeros hacen compañía a los agentes municipales. A los agentes y a los canes no se les ve en situación de alerta, sino de descanso.

Aquí, a la gente parece ya no sorprenderle que una aeronave se haya venido a pique, falleciendo el piloto y cuatro elementos de la Policía Ministerial del Estado cuando realizaban un operativo contra el crimen organizado.

Las investigaciones preliminares referían que los sicarios emplearon un fusil antiaéreo, tipo Barret, de calibre .50, para derribar la aeronave.

«Momentos antes había habido un enfrentamiento cerca de La Huacana. Los elementos estaban haciendo un vuelo de recibimiento para detener a grupos criminales cuando ocurrieron los hechos», explicó Iván Castro, fiscal regional de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE).

Estas tierras forman parte forma parte de una amplia zona de Tierra Caliente y la Costa, que disputan células de ex templarios que trabajaban bajo las órdenes de Nazario Moreno, “El Chayo”, y Servando Gómez “La Tuta”, el primero abatido en marzo de 2014 y el segundo detenido en febrero de 2015.

Las autoridades tienen identificados a varios objetivos, quienes buscan suceder a ambos capos de la droga.

Entre ellos se encuentran Ignacio Andrade Rentería, alias “El Cenizo” y Pablo Toscano Padilla, “El Quinientos”, así como Miguel Ángel Gallegos, “El Migueladas”, quienes tenían liderazgos regionales dentro de Los Caballeros Templarios.

También Homero González Rodríguez, alias “El Gallito”, un supuesto primo de “El Chayo”.

En El Chauz, los seguidores de «El Chayo» llegaron a colocar un altar de la Santa Muerte que, hasta hoy prevalece en una de sus incontables brechas y pasadizos en la sierra.

En el paisaje que conduce hacia la zona donde fue derribado el helicóptero, también se encuentran dos lápidas y una cruz blanca, sin nombres ni epitafios. Todo el sepulcro es anónimo.

Según autoridades, La Huacana es atractiva para los grupos delictivos por la red de caminos secundarios que conectan con la Autopista Pátzcuaro-Lázaro Cárdenas, su geografía propicia para el cultivo de droga y las comunidades dispersas que sirven de guarida.

En enero de 2014, en terrenos de El Chauz se desplomó una avioneta que trasladaba al líder de las autodefensas, José Manuel Mireles, quien sobrevivió.

En julio de 2009, también en La Huacana, fueron apilados los cuerpos de 12 agentes federales que buscaban a “La Tuta”, ejecutados a balazos y con marcas de tortura, acompañados de un mensaje de la entonces Familia Michoacana.

“Vengan por más. Los estamos esperando”, se leía en el letrero que dejaron los sicarios.